En esta segunda entrega de mi crónica del viaje Taste of Israel, vamos a recorrer Jerusalén, a visitar sus mercados y a comer en dos estupendos restaurantes. Confío en que este Paseo Gastronómico por Israel (II) Jerusalén, os parezca tan interesante como el primero que recorría las zonas de Galilea y Nazaret.
Jerusalén es una ciudad increíble. Situada entre el mar Mediterráneo y la ribera del mar Muerto, es la capital de Israel e incluye una gran extensión de terreno que supera con creces los límites de la Ciudad Vieja. Además de ser una ciudad sagrada para tres religiones, judaica, cristiana y musulmana, en la ciudad se siente una energía muy especial y difícil de describir, quizás por todos los acontecimientos que han tenido lugar en ella. Y en lo gastronómico, sus mercados y restaurantes son especialmente atractivos como ahora veréis.
El día comenzó desde una panorámica de la ciudad vista desde el Monte de los Olivos, desde donde nuestro estupendo guía Avihai nos explicaba qué era cada edificio y respondía nuestras preguntas, antes de entrar en la ciudad vieja por la puerta de los Leones.
Seguimos por la Vía Dolorosa, siguiendo el recorrido del Vía Crucis de Jesucristo y ya hicimos la primera parada en el Austrian Hospice, donde tomamos un magnífico café helado y un apple struddle para reponer fuerzas. Muy recomendable esta parada, sobre todo si madrugáis como hicimos nosotros.
Mahane Yehuda Market y restaurante Machneyuda
El paseo continuó por el mercado, ya que nos adentramos en el sector musulmán de la ciudad y nos llenamos de los aromas y colores de las especias y las distintas tiendas. Para no llenarnos mucho, nos reservábamos para la cena y no comíamos al mediodía limitándonos a ir picando mientras recorríamos el impresionante mercado Mahane Yehuda.
Así, comimos un falafel en un puesto callejero, después en Lina Restaurant, un establecimiento muy sencillo pero con comida de calidad, volvimos al siempre presente hummus, esta vez con piñones, que cada vez nos gustaba más. En un tercer local, rematamos con una porción de Kanafeh, un postre hecho de fideos de masa, cubierto de queso y humedecido con un almíbar de agua de rosas y pistachos. Dulce y saciante.
Durante el día, visitamos los principales puntos turísticos y religiosos de Jerusalén, incluido el Muro de las Lamentaciones, la iglesia del Santo Sepulcro y otros lugares de interés. En el mercado hablamos con los comercianetes, probamos sus productos y nos hicimos una idea global de cómo trabajan.
En lo gastronómico, cuando llegó la hora de la cena ya teníamos bastante hambre, tal como estaba previsto. Así, llegamos a un fantástico restaurante llamado Machneyuda, (juegan con el nombre del mercado), totalmente imprescindible si viajáis a Jerusalén. El local tiene como particularidad que está situado dentro del mercado y que cocina con productos adquiridos en el mismo, lo que le da garantía de calidad y frescura.
Allí comimos y disfrutamos de su fantástica cocina abierta, y de un magnífico menú compuesto de humus con carne de cordero y nata (no kosher), una ensalada de verduras que escondía una deliciosa corbina, risotto de hongos y un plato de pasta con mejillones.
Una vez más lo mejor estaba por llegar, cuando de repente, tras unos cuantos tragos de Arak – bebida parecida al anís – todos los clientes y camareros empezaban a dar palmas y a bailar. De repente, subió la música y los cocineros y el chef empezaron a tocar la batería con las cacerolas y sartenes ofreciendo un espectáculo que no se me olvidará nunca. Un final apoteósico.
The dinning hall
Al día siguiente, hicimos un plan similar. Por la mañana seguimos recorriendo el mercado deteniéndonos en el puesto de un divertido curandero, tras visitar una panadería y aprender a hacer pan árabe. También, recorrimos otras zonas del mercado y seguimos curioseando por todos los puestos, picando en unos y otros diferentes platos, para aguantar hasta la noche.
Entonces fuimos a cenar a otro restaurante llamado The dining hall, que está diseñado como si fuera un Kibutz, es decir una granja comunal donde todos trabajan y comen juntos. El restaurante estaba decorado sin ningún lujo para conseguir esa sensación de comunal, y comíamos en una mesa corrida ocupada tanto por nosotros como por otros clientes del restaurante.
Entre los platos que degustamos, me gustó mucho la brocheta de carne con guarnición de verduras, la coliflor crujiente y una crema de berenjenas que realmente era una delicia. Por la noche, salimos a probar las cervezas locales, de las que próximamente os hablaré junto a los vinos de Israel.
Ya solamente nos faltaba la última etapa de nuestro viaje, la de Tel Aviv y Jaffa, en la que además visitaríamos el Mar muerto y probaríamos la deliciosa comida de Catit, quizás el mejor restaurante del país, pero eso os lo contaré en la próxima entrega de este paseo gastronómico por Israel.
En Directo al Paladar | Paseo Gastronómico por Israel (I) Galilea
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