Son muchas las ocasiones en las que la mano del hombre acaba mutando el paisaje. Puede que no fuera su forma natural, pero con los años, el propio humano y la naturaleza acaban dándose la mano hasta fundirse y hacer ver que todo siempre fue así.
Es lo que sucede con el pueblo de Iznájar, en plena comarca de la Subbética Cordobesa, desde donde saluda con sus casi 5.000 habitantes en lo que en otros tiempos fue un pueblo mucho más poblado y que recomienda como visita en mayo desde National Geographic.
En uno de los corazones del olivar andaluz, Iznájar no sólo se encuentra serpenteado de lomas teñidas de verde oliva, sino también que se encarama en una loma que le ha valido una posición privilegiada desde tiempos inmemoriales.
Como colofón —o como primera parada—, Iznájar saluda en los añiles y azules que rodean la loma gracias al embalse que domina la panorámica. Sin embargo, aunque ahora sea un encanto más del pueblo, la realidad es que el embalse de Iznájar es una construcción de la época franquista que, entre otras muchas cosas, anegó cientos de hectáreas de cultivo, además de casas y fábricas.
Aquella decisión supuso la aceleración del éxodo rural de Iznájar a mediados de los años 60, pero sin embargo ha acabado dotando al pueblo de un encanto extra que por aquella época no fue bien acogido, pues multiplicó la fuga de iznajareños.
Un pueblo a un castillo pegado
En el corazón de Iznájar, en su parte más alta, el castillo de Hisn-ashar domina el serrano skyline de este pueblo. El nombre del castillo, que tiene origen árabe, se traduciría como castillo alegre.
Sin embargo, su historia no es precisamente un dechado de felicidad. Ubicado en una tierra de frontera entre los reinos cristianos y musulmanes, el castillo pasaría por diferentes manos durante toda la Reconquista, siendo finalmente tomado por tropas cristianas en el año 1434.
Desde entonces, formó parte de varios legados nobiliarios que, además, implementaron nuevas murallas y acondicionamientos para hacerlo más habitable y menos militar. En manos nobles permanecería hasta finales del siglo XX, cuando el ayuntamiento del pueblo lo adquiere y habilitándolo como reclamo turístico ya en 2007.
La Córdoba playera
Nadie esperaría que en Córdoba pudiera haber playa. No obstante, a los pies del pueblo se encuentra un pequeño Centro de Interpretación del Embalse, que sirve de introducción para conocer el pasado de Iznájar y su presente y futuro, ya marcado por el agua.
Además, cuenta también con un pequeño arenal creado en el propio embalse, bautizado como la Playa de Valdearenas, y que sirve para darse merecidos chapuzones en plena Subbética cordobesa sin ningún tipo de remordimiento.
De poetas, cuevas y miradores
Rafael Alberti, como casi todo el mundo recuerda del colegio, era de El Puerto de Santa María. Sin embargo, eso no significa que no se quedase prendado de Iznájar, al que recuerda en varios de sus poemas. Amén del poeta gaditano, Iznájar también tiene encantos urbanos que no necesitaron glosa foránea.
Es el caso del Patio de las Comedias o del Mirador de la Villa. El primero sorprende en blancos, azules y flores en una de las plazas con más encanto del pueblo. El otro, desde las alturas y en el casco histórico, destapa el horizonte de la Sierra de las Ventanas.
También el discurrir del arroyo de Priego, afluente del embalse, y que en épocas en las que no está a plena capacidad permite descubrir vestigios del Iznájar anegado como Puente Molinillo, la antigua carretera o chimeneas industriales.
Imágenes | iStock / Turismo de Iznájar
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