En primavera no solo la naturaleza se despierta poco a poco del letargo invernal, también pueblos y ciudades reviven llenando sus calles del color y regocijo que traen algunas de las fiestas más populares de nuestro país. Es el caso de la Feria de Abril de Sevilla, que parece tomar el relevo de las Fallas valencianas y las Fiestas de Primavera murcianas en unos festejos donde, sobre todo, se sale a la calle a pasarlo bien.
Es cuando la ciudad andaluza luce su momento álgido y viste sus mejores galas aprovechando la calidez primaveral antes del calor abrasador del verano, unas fiestas en las que Sevilla realmente presume de aquello de que tiene un color -y un olor- especial. El recinto ferial donde se instalan las casetas se llena de luces, color, música, bailes y, por supuesto, abundante comida y bebida.
El gusto por los sabores de siempre
Esta Feria, con un carácter que la hace única y reconocible, comparte con otras como las mencionadas murcianas el gusto mantenido por reencontrarse con los sabores de siempre. No es la ocasión para buscar ingredientes exóticos, toques vanguardistas o ideas revolucionarias: gran parte del encanto de estas fiestas reside en saber de antemano las especialidades con las que se alegrará el estómago.
Es el confort nostálgico que casi se convierte en un ritual, como el sacar a relucir los mejores vestidos y trajes de chaqueta para reunirse con los amigos y la familia dispuestos a continuar las tradiciones también pasando el legado a las nuevas generaciones. Es esa sensación de comunidad y apego por la cultura propia que revive al hacer la primera comanda en la primera caseta que se pisa, cuando no hace falta ni mirar la carta.
En la Feria todo el mundo sabe qué pedir y los hosteleros son conscientes de qué se espera de ellos. Aunque siempre hay lugar para probar cosas nuevas, son las recetas y productos de siempre los que triunfan. Una cocina que quizá no sorprenda en estas fiestas respecto a lo que se puede comer en Sevilla el resto del año, pero que durante la Feria cobra un sabor más especial.
Tapas, montaditos, frituras y guisos
Muy de ambiente festero es el acudir al recinto y las casetas casi a cualquier hora de la jornada, por lo que no hay un menú como tal encorsetado que siga ningunas normas. En función del apetito y el momento del día o de la noche, se puede acudir a tomar el aperitivo o comer más en condiciones a base de tapeo, una las actividades favoritas.
Entre las tapas sevillanas más populares se encuentran muchas comunes a media España, como la tortilla de patatas, la ensaladilla, los salazones y las tablas de quesos, jamón y otras chacinas, que pueden acompañadas de picos y otros panes crujientes, así como de frutos secos, aceitunas o encurtidos.
Pero entrando ya en materia más sevillana y andaluza destacan clásicos de bar locales como las solicitadísimas papas aliñadas y otras variantes con el tubérculo como protagonista, así como las tortillitas de camarones o el cazón en adobo. En materia marinera no puede faltar el mejor producto de las costas cercanas, como gambas y langostinos, aunque lo que más triunfa es la fritura.
El pescaíto frito, que incluye tanto pescados como cefalópodos, vive su propio día grande pero está presente todas las jornadas. Aperitivo, tapa, entrante o plato, la fritura marinera es una delicia crujiente y ligera cuando se prepara bien, un arte que dominan como pocos en tierras andaluzas. Boquerones, chipirones, chopitos o puntillitas, sepia, salmonetes, cazón, pijota o colas de gamba son los productos más populares que salen sin cesar de sartenes y freidoras.
En formato de raciones, cazuelitas y platos más generosos, los guisos y pucheros son otro imprescindible de la Feria, platos con solera que forman incluso más parte de la identidad gastronómica local. Se recuperan clásicos ya conocidos en Semana Santa, como los potajes viudos o el imprescindible plato de garbanzos con espinacas, a los que se unen otros como las papas con choco, el rabo de toro, el solomillo al whisky, la carne con tomate, las carrilladas o el reconstituyente caldo de puchero, otro imprescindible de estas fechas.
Tampoco faltan arroces, quizá más con gusto por los protagonizados por verduras y carnes de estilo campero, combinados con platos ya más frescos como no podían ser otros que las sopas y cremas frías, encabezadas por el gazpacho. Tampoco es raro ver desfilar al salmorejo, el ajoblanco o porras con alguna que otra variante y sus guarniciones, buenas opciones para acompañar también carnes, pinchos y pescados a la plancha o incluso cocinados sobre brasas.
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La Feria también se bebe y endulza (con más fritura)
Tanta comida hay que regarla bien, y más en plena primavera cuando el calor ya va haciendo de las suyas. La cerveza siempre está presente en las fiestas populares, pero en la Feria es el rebujito la bebida más clásica que ayuda también a reponer energías entre bailes, tapeos y horas encadenadas de festejos.
Sencillo trago preparado con vino manzanilla, refresco de lima-limón (o gaseaosa en su defecto), y bien aderezado con hojas de hierbabuena fresca y hielo, el rebujito entra de maravilla cuando la sed aprieta y resulta mucho más ligero y agradecido que optar por un vino o fino de Jerez solo, alternativas también populares durante los festejos, siempre sin abusar.
Y también hay lugar en la Feria para los más golosos, que sin duda aguardarán con ganas al final de la jornada para poner un paréntesis entre fiesta y fiesta reponiendo fuerzas con un chocolate caliente y su buena ración de churros generosos, por norma general de perfil grueso, alejados del fino y estriado churrito más frecuente en zonas como Madrid, con esa difusa frontera entre churro y porra.
Enlazando con ese gusto por la fritura, los buñuelos de Cuaresma de toda la vida son otra opción con muchos adeptos, también bien acompañados del energético chocolate, y en los últimos años no es raro ver más aficionados a los gofres. El caso es reponer nutrientes y energías para continuar la fiesta.
Imágenes | iStock - Canal Sur Media - Ungry Young Man
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