Apenas 15 municipios en la orilla izquierda del Ebro, resguardados por la Sierra de Toloño, son el tesoro enológico que hacen de Rioja Alavesa un refugio enológico que se deja mecer por el Ebro, abrigado entre las montañas que custodian un territorio que ha hecho del vino de calidad su razón de ser.
Alrededor 320 kilómetros cuadrados y pequeños pueblos, teñidos de renacimiento y visos medievales, como Laguardia, Elciego o Labastida, vibran al son que la uva tempranillo (principalmente) marca y que sirve como columna vertebral de la Ruta del Vino de Rioja Alavesa, un recorrido que más allá de la copa demuestra que hay un turismo cultural, sacro, artístico y gastronómico más que disfrutable, en una de las 36 Rutas del Vino de España.
Acogedora, intensa y versátil, pensar en Rioja Alavesa puede hacer que imaginemos un reducto del vino donde solo los winelovers tienen cabida. Por suerte, la región es un plan perfecto para parejas, grupos de amigos e incluso familias, donde incluso se puede descubrir un enoturismo con menores de edad sin ningún tipo de problemas.
Fácil de recorrer en coche (de punta a punta hablamos de unos 45 kilómetros de distancia), Rioja Alavesa es perfecta como escapada breve de fin de semana, pero también para alargar un puente o concederse el deseo de una semanita sin complicaciones en cualquier momento del año.
Mudan sus tapices los viñedos, eso sí, pasando de los ocres y marrones del otoño e invierno al verdor que invade todo, alfombrando la zona, a partir de la primavera, otro de los mejores momentos del año para descubrir la Ruta del Vino de Rioja Alavesa.
Día 1: llamando a la tierra y un paseo
A un tiro de piedra de Bilbao y San Sebastián, bien comunicada de Madrid a través de la A-1 (o a través de la estación de tren de Miranda de Ebro) y de Barcelona (a través de la A68), Rioja Alavesa es un destino que merece la pena recorrer en coche para tener un poco más de libertad.
Debido a las cortas distancias, la zona no ofrece complicaciones para ir saltando con el coche de plan en plan, una ventaja que permite que se puedan hacer muchas cosas en muy poco tiempo.
Mañana: Bodegas Tierra y Labastida
Labastida es el primer gran municipio si se entra desde la parte occidental de Rioja Alavesa y un punto de partida imprescindible, sobre todo para dominar desde sus alturas la planicie que se advierte con el mirador de la Ermita del Santo Cristo. Ya de nuevo en el centro del pueblo, la Iglesia de nuestra señora de la Asunción es otro paso fundamental, como también lo es el Lagar de la Mota, un antiguo vestigio de cómo se elaboran el vino de manera doméstica.
Fieles a esa tradición, Bodegas Tierra encauza esos principios enológicos siendo una de las pocas bodegas 100% urbanas (todo lo urbano que se puede ser en un municipio que no llega a 1.500 habitantes) de la zona, convertida en una parada imprescindible con su tranquilo bar de vinos y sus galerías excavadas en la tierra, donde conocer más sobre la elaboración de estos vinos de autor.
Comida: Bodegas Baigorri
De nuevo en ruta, conviene recuperar el coche y ponerse en marcha hacia la parte más oriental de la zona. Vertebrada por la N-232 (la carretera de Vitoria a Logroño), Rioja Alavesa sorprende con bodegas de diseño que han puesto en el mapa arquitectónica la zona como es Ysios, Marqués de Riscal o el ejemplo de Baigorri, cuya característica principal es el trabajo por gravedad, aprovechando el propio desnivel del terreno.
Diseñada por el arquitecto vasco Iñaki Aspiazu, la bodega reúne funcionalidad y sostenibilidad, y también es el epicentro de una propuesta gastronómica con un par de menús degustación creativos, sabrosos y entendibles que se maridan con vinos de la propiedad y que, además, también dan la opción de un menú junior, así que el plan es ideal para ir con niños.
Tarde: Valdelana, Loli Casado y Laguardia
Fiel a ese carácter rural, Rioja Alavesa ofrece desde su enoturismo planes que, sobre todo, suponen redescubrir el terreno y viñedos antiquísimos que sirvan de ejemplo y base para el futuro.
Uno de ellos es el pequeño chozo que Bodegas Loli Casado (Lapuebla de Labarca) ha restaurado para convertirlo en merendero —también para picnic matutino, claro— y que sobre unas viñas viejas permite descubrir entre bocados y tragos todo el mapa de Rioja Alavesa en un plan muy auténtico y accesible para todos los públicos.
Impresiona también, si queremos profundizar un poco más en la historia del vino, acercarse a Elciego, donde Bodegas Valdelana con sus más de quinientos años de vida siguen funcionando. Aquí descubrirás el Jardín de Variedades, una plantación para conocer cómo será el futuro de la viticultura ante la amenaza del cambio climático, y también el planazo veraniego de sus Maridajes Estelares, catando vinos mientras se descubre el limpio cielo de la zona.
Como cierre vespertino, conviene acercarse con antelación a la histórica Laguardia, conocer su encantador casco viejo, la Iglesia de Santa María de los Reyes (y su portada policromada, muy bien explicada, que aconsejamos visitar de día) y la coqueta plaza mayor.
Cena: Hospedería de los Parajes
Acogedora, discreta y en una colección de edificios históricos, la Hospedería de los Parajes es uno de los lugares donde recomendamos no solo comer, sino alojarse, dentro de la zona. Habitaciones amplias, insonorizadas, enormes bañeras en cada estancia, spa basado en la enoterapia… Sorprende un lugar así, aunque no sorprende la hospitalidad y calidad de su cocina.
Producto local, recetas tradicionales y algunos toques de modernidad, sobre todo en los emplatados, son las garantías de esta casa que además ofrece una carta de vinos amplísima, basada en las referencias de la zona, y que sin duda hará repetir a más de un foodie.
Día 2: Murales, museos y enólogos por un día
Pasado, presente y futuro, así se puede entender el vino en Rioja Alavesa y así se comprende cómo casas casi centenarias siguen en boga hoy en día o cómo antiguas cooperativas se han convertido en referencias que van más allá de lo vitivinícola.
Mañana: del graffiti a la enología amateur
Si hemos noche en Laguardia, salir del centro histórico y estirar las piernas hasta la bodega Solar de Samaniego será un plan perfecto para desperezar el día y descubrir los impresionantes murales que han convertido los antiguos depósitos de la bodega en obras de arte del graffiti, pintados por el artista australiano Guido van Helten.
De nuevo en ruta, podemos descubrir la experiencia de Bodegas Amaren (en Samaniego), que sorprende con un plan para descubrir nuestras dotes como enólogos donde debemos probar y catar vinos del año, buscando cómo mezclarlos y comprendiendo cómo se hacen los coupages del vino que años más tarde beberemos.
Comida: La Huerta Vieja
En el camino de regreso a Laguardia, es también necesario hacer un alto en otro de esos restaurantes que han sabido condensar el sabor tradicional con ciertos toques de modernidad. En La Huerta Vieja se puede —y se debe– caer en el placer de la parrilla (sus chuletillas de cordero son imprescindibles), pero también en un menú degustación creativo que juega con sorprendentes trampantojos.
Amplio, con una carta de vinos larga y con un reservado con esos menús degustación, bautizados como El Rincón de los Follones y El Rincón de los Líos, donde además se descubre la Sierra de Toloño desde sus amplias cristaleras.
Tarde: un rato de relax en un wine bar
Después del tute matutino, el relax puede venir por la tarde sin salir de Laguardia, acercándonos a este tranquilo wine bar que también es un buen plan para los mediodías, vermut mediante, y que en su terraza chill out y en sus butacones se convierte en una sobremesa pausada (si la queremos) o algo más movida cuando la música en directo se apodera de la escena. En cualquier caso y momento, un planazo de cierre para descubrir los curiosos vinos de Javier San Pedro.
Cena: Villa Lucía
De nuevo en el corazón de Laguardia, conviene que cerremos el episodio de Rioja Alavesa con un restaurante y museo que encantará a padres, hijos y a todo el que tenga cierta inquietud ya no por el vino, sino por todo lo que lo rodea. Adaptado a todo tipo de minusvalías (cegueras, sordera, funcionales…), Villa Lucía permite conocer en profundidad los suelos, la historia, el tipo de uvas y todo lo que se relaciona con el mundo del vino.
Tras la ruta, su carácter familiar y de asador son las bazas para sorprender con una carta amplia, llena de brasas y de platos tradicionales, que servirán para echar el cierre —momentáneo— a nuestro periplo por la Ruta del Vino de Rioja Alavesa (y con una pequeña tienda de vinos, chocolates, mieles y embutidos locales con la que llenar de recuerdos el viaje).
Imágenes | Ruta del Vino de Rioja Alavesa / iStock
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