Al menos una vez al año, si no más, tengo una obligada visita a este restaurante para disfrutar de una buena calçotada, aunque estemos en Madrid y por aquí no resuene la sardana; y nada mejor que hacerlo entre amigos, así que cumpliendo con la que ya empieza a ser una tradición, pusimos rumbo a Hoyo de Manzanares, dónde tras unas cañas en Casa Chaqueta, nos pusimos el babero y nos tiznamos los dedos, como es debido.
En la temporada de calçots es casi imprescindible hacer reserva para asegurarse una mesa, y así lo hicimos, teniendo que escoger entre dos horarios, las 13:30 y las 15:30, decantándonos por la hora más tardía. Cuando llegamos al restaurante este estaba lleno de bote en bote y presa de un intenso frenesí. No había mesas disponibles a pesar de haber hecho reserva y tuvimos que esperar media hora (nos costó un congo que nos atendieran) antes de poder sentarnos a comer, así que a las cuatro de la tarde, ya situados y presas de un hambre mortal, decidimos pedir calçotada para cuatro.
Nos esperaba un buen desfile de platos, así que nos preparamos para recibirlos. La primera que se asomó a la mesa sin ninguna timidez fue la ensalada Calsot, simple con su lechuga iceberg, tomate, embutido y cebolla, que llega ya aliñada a la mesa, y que refresca e hidrata en los previos al banquete. Le acompañaba una tostada de pan con tomate y embutidos catalanes.
Tras ella, se hicieron esperar los calçots que llegaron, como es de rigor, envueltos en papel de periódico y sobre una baldosa, calientes, tiznados y dispuestos a ser devorados no sin antes bucear en la salsa romesco. La experiencia es estupenda, divertida cuando estás en buena compañía, pues todos acabamos con los dedos más o menos negros, y alguna leve huella en el rostro, mientras las cebolletas iban cayendo una a una sin descanso. Tiernas, gruesas y perfectamente asadas. Un placer.
Cuando acabamos con los seis calçots por barba, nos trajeron unas toallitas calientes y húmedas, con las que nos aseamos convenientemente para dar la bienvenida a un gran plato de combinado de carnes. Daban ganas de llorar de la emoción, normal, eran ya casi las cinco de la tarde y nuestros estómagos seguían reclamando buena pitanza.
Sobre el plato nos saludaban las butifarras blanca y negra, el conejo a la brasa, el pollo y una rica patata asada. La anunciada chuleta de cordero no llegó a la cita, como las grandes divas se hizo notar en su ausencia. Un plato contundente y sabroso, que fue devorado por estos cuatro náufragos con fruición.
Aunque parezca mentira todavía nos quedaba un poco de sitio para el postre. La carta tiene una gran oferta de postres helados industriales, pero conserva tres referencias caseras: crema catalana, mel y mató y músico. Entre estos escogimos dos helados y crema catalana, que estaba buena pero se notaba cierta precipitación en el caramelizado; a las seis menos cuarto de la tarde no se puede esperar mucho más tras una intensa jornada tras los fogones.
Cafecito y a casa a meditar. Con dos botellas de vino del Penedés, los cafés y cuatro postres, la cuenta final fue de 34 euros por persona. Cabe destacar un detalle; en la página web anuncian conexión WiFi, pero nos fue imposible encontrarla. Supongo que sería un problema puntual, pero doy fe de que durante toda la comida esta era inexistente.
Restaurante Calsot
Cocina catalana
Avenida de la Paloma 36
Hoyo de Manzanares
Madrid
91 856 95 75
Precio medio 30 euros
En Directo al Paladar | De raciones en Santi Mostacilla, en Colmenar Viejo
En Directo al Paladar | Restaurante El Oso, cocina asturiana en Madrid