Restaurante Ses Savines, disfrutar de la comida en un entorno privilegiado

Restaurante Ses Savines, disfrutar de la comida en un entorno privilegiado
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El Restaurante Ses Savines se encuentra en la bahía de Santa Eulària des Riu, en un enclave tranquilo, rodeado de pinos, desde el que se puede contemplar mi querido Mar Mediterráneo. Conozco este lugar desde hace mucho tiempo y he seguido su evolución de bar de playa, que servía bocadillos y ensaladas, hasta el actual restaurante con una carta más elaborada aunque algo convencional.

Para llegar a él no hay que sortear ningún camino polvoriento de tierra, con baches y curvas, tan típico de esta isla, sino que se encuentra a la salida del pueblo de Santa Eulària, aunque escondido entre pinos y de cara al mar. Hay una zona para aparcar justo en su entrada, bastante amplia, y se accede al interior del restaurante por un camino de grava.

En la parte delantera, en una explanada que da acceso al mar, hay una zona de pinos que protegen de los rayos de sol, en la que se han instalado unos cómodos sofas con mullidos cojines que invitan a relajarse mirando el horizonte marítimo. Un lugar tranquilo en el que descansar tomando el aperitivo o un refresco.

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A los ibicencos, por lo general, nos gusta bastante acceder al mar para bañarnos desde las rocas. Somos muchos los que huímos de la incómoda arena, tan pegadiza ella, así como de las aglomeraciones de turistas, y buscamos un rinconcito rocoso de nuestra costa con una orografía que nos permita llegar al agua sin tener que lamentar males mayores.

Explico todo esto porque este restaurante está junto a una de la mejores entradas rocosas al mar de toda la isla. Y os lo dice alguien que no es demasiado ágil para sortear escollos. Así que si os interesa, podréis daros un baño sin sufrir por la arena ni por vuestra integridad física y después disfrutar de un delicioso ágape.

Como en cualquier destino turístico, comer en verano en Ibiza supone, normalmente, armarse de paciencia y sufrir retrasos más o menos importantes en el servicio. Esto fue lo que nos ocurrió. La espera de los platos deslució en principio la sensación de comer en un lugar muy agradable y de degustar una carta deliciosa.

Además, eché en falta una presentación un poco más cuidada de los platos, sobre todo de los entrantes, respecto de otras visitas al restaurante. La calidad y el sabor de los ingredientes fue tan buena como siempre, pero en conjunto se notaba que la cocina tenía más demanda de la que podía asumir.

Entrantes

Cuando comemos fuera de casa, pedimos normalmente unos entrantes variados de los que picoteamos todos y después cada uno escoge un segundo. Nuestra elección para compartir consistió en tempura de verduras, mejillones al vapor, croquetas de tesoros del bosque y verduras a la plancha con salsa romescu.

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Suelo disfrutar más con los entrantes que con el plato principal. Así me ocurrió también esta vez. Las verduras estaban crujientes y nada aceitosas, como a mi me gustan. Los mejillones eran jugosos y hervidos en su punto justo, no soporto cuando se cuecen demasiado quedando demasiado hechos. Y las croquetas, aunque se hicieron esperar, estaban deliciosas.

El entrate que menos me convenció fueron las verduras a la plancha con salsa romescu, y eso que es mi salsa preferida. Pero para mi gusto las verduras estaban cortadas demasiado gruesas con lo que no quedaron suficientemente hechas por dentro. Además, al contrario que las croquetas, llegaron frías a la mesa.

Platos principales

Los platos de carne predominaron en la elección de los segundos. La única que eligió pescado fui yo y me decanté por emperador fresco a la plancha. Estaba delicioso, en su punto justo de cocción, ni tanto que quedara seco ni tan poco que resultara crudo. Iba aderezado de una salsa de aceite, ajo y perejil deliciosa, y acompañado de patatas fritas con pimiento rojo, como se preparan habitualmente en la isla.

En cuanto a la elección de los carnívoros, esta recayó en un entrecote de ternera a la pimienta verde con gratén de patatas y puntas de trigueros; un solomillo de ternera con planchado de foie gras, escalunias y reducción de Oporto y un magret de pato con dúo de foie y manzana.

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De los tres, el único que no probé fue el magret de pato pues es una de las pocas carnes que no me gustan, pero mi hermana me aseguró que estaba delicioso. Por lo que me dijo, la combinación de dulce-salado, que le aportaba el toque de manzana, estaba muy acertada.

El entrecote de ternera estaba muy sabroso, un poco demasiado hecho para mi gusto pero la carne era excelente. Creo que en otras ocasiones ya he comentado que las salsas no son lo que más me gusta y normalmente pido carne o pescado sin ellas, aunque sí sé apreciar su sabor y textura. En esta ocasión la salsa me pareció estupenda, muy parecida a la salsa a la pimienta que yo hago.

Pero el segundo que me gustó por encima del resto, incluso más que mi pescado, fue el solomillo de ternera. La guarnición de escalunias estaba deliciosa, de hecho me la comí casi toda yo, y la combinación de ternera con foie me pareció perfecta. Tengo que intentar prepararla en casa porque nos entusiasmó a todos. En este plato la carne sí estaba en su punto justo de cocción.

Postres

Por último, después de una larga espera, llegaron los postres, mi parte preferida de todo menú. Nuestra elección recayó sobre una crepe de crema de chocolate y avellanas, todo un clásico para los amantes del chocolate que nunca defrauda, una sopita de fresones con helado y peta-zetas, una teglia de piña con crema quemada y polvo de canela, y, por último, un helado de nata y frutos del bosque.

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Lo de cortar la piña lo más finamente posible y acompañarla de crema quemada me entusiasmó. Es una de mis frutas preferidas y suelo tener siempre en casa. Me pareció una forma estupenda de degustarla y de mitigar la falta de dulzor que a veces presenta. Así que, por esta vez, mi postre preferido fue la fruta.

El helado con sopita de fresones y peta-zeta gustó mucho a los niños (cómo no). Comer helado sintiendo una explosión de caramelitos en la boca es una experiencia muy "emocionante". Lo cierto es que tuvimos que llamarles la atención porque su entusiasmo y risas iba en aumento a medida que terminaban el postre. Una idea muy divertida.

Después de tan completo menú, abandonamos la mesa en busca de uno de los acogedores sofás que circundan la zona. Al final, la sensación negativa provocada por la larga espera quedó mitigada por el estupendo menú degustado y el amable trato del encargado y los camareros del restaurante.

Restaurante Ses Savines

Doctor Camacho s/n, Carretera de Es Canar Cala Ses Estaques, Santa Eulalia del Río Tel. 971 33 02 00 Precio aproximado por persona: 40 euros

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