El turismo es un arma de doble filo que puede convertirse en un regalo envenenado para lugares que empezaron recibiendo a los visitantes con los brazos abiertos. Pocas cosas son buenas en exceso, como demuestran las masificaciones turísticas que están empezando a matar de éxito a destinos populares. Pero hay pueblos que han decidido tomar cartas en el asunto ahuyentando a los visitantes antes de que la situación pasara de castaño oscuro.
Uno de los ejemplos recientes más significativos lo tenemos en Tenerife, concretamente en Bocacangrejo, una pequeña villa marinera en el municipio de El Rosario que, hasta el pasado verano, era uno de los pueblos más visitados de la isla. El problema es que su fama le llegó casi de golpe de la noche a la mañana, y no estaban preparados para acoger las hordas de turistas que parecían invadir sus callejuelas.
Bocacangrejo ya era un lugar con grandes encantos para los amantes de las pequeñas poblaciones de costa con una vida entregada al mar, de callejuelas estrechas y trazados sinuosos caóticos, viviendas blancas construidas en pendiente, con cuestas, escaleras y recovecos adaptándose al relieve costero irregular. Sin nada especial en concreto, solo su encanto natural de una villa tradicional cuyos habitantes estaban acostumbrados a una vida tranquila, con la presencia moderada de los turistas que acudían a Tenerife atraídos por otros focos de atención.
Hasta que Rafael Marichal, más conocido simplemente como Rafa, un vecino del pueblo de 73 años, tuvo la idea de decorar el pequeño camino que discurre junto al mar en la primera línea de viviendas. Quería darle un toque de color y alegría a un suelo gris y apagado, y para ello empezó a pintar corazones de distintas formas recurriendo a una llamativa paleta de colores vivos. Corría el año 2021 y su obra fue muy bien recibida por los primeros visitantes.
Esta suerte de arte urbano se fue extendiendo por la villa y atrayendo cada vez a más visitantes a medida que Bocacangrejo fue difundiéndose como la pólvora en las redes sociales. Innumerables publicaciones de influencers, creadores de contenido o turistas anónimos compartieron sus fotografías y vídeos de "el pueblo de los corazones", proclamado por muchos como el más bonito de Tenerife, Canarias o incluso España. Bocacangrejo se había vuelto viral sin darle tiempo a reaccionar.
Pese a que la afluencia de turistas trajo un impulso económico inesperado, el pueblo no estaba preparado para acoger a tantísima gente, trastocando especialmente a la vida diaria de sus vecinos, acostumbrados a una vida mucho más tranquila lejos de las redes sociales. Ya no solo por la escasez de servicios, más abundantes en el puerto deportivo y playas cercanas, sino porque la vida se había vuelto insostenible. Además de visitantes de un día, de pronto el alquiler vacacional había colonizado el pueblo, con viviendas como la que ofrece la cadena Holidu, La Terraza del Mar, totalmente adaptadas al nuevo turista.
Con los escasos aparcamientos abarrotados y un único acceso sin salida de doble sentido, vías estrechas y calles apretadas, Bocacangrejo dejó de ser un ejemplo de la vida marinera tranquila para volverse insoportable. La población comenzó a reaccionar contra la masificación hasta que Rafa decidió poner fin a las denuncias y quejas pintando los suelos llenos de corazones de gris y las paredes de edificios de blanco. Adiós colorido.
Isla de Tenerife (Guía Viva - España)
A día de hoy quedan algunos vestigios de aquel efímero museo al aire libre que todavía atrae a algunos curiosos o despistados que ignoran que los corazones de colores hace meses que desaparecieron. Pero los vecinos de Bocacangrejo han podido recuperar sus vidas.
Imágenes | Holidu en Booking - Instagram/@canaryfly, - @rosario.litoral