Estar libre de pecado a la hora de descubrir tesoros turísticos es casi imposible. No conozco a nadie, ni por amistad ni por profesión, que no tenga ese gusanillo de explorador perpetuo y esté buscando rincones casi olvidados o, directamente, desconocidos.
Comprender que turistificamos allá donde vamos, aunque solo sea por darle un par de consejos a un amigo, a un familiar o a un compañero de trabajo, es evidente. Sin embargo, hay lugares que, aún con todo y con esas, pueden parecer ajenos a esta realidad.
Precisamente el que nos descubre nuestra compañera Pepa López desde Trendencias, alumbrando un discreto asentamiento en la isla canaria de Fuerteventura del que cuenta que "no tiene ni cobertura y te transporta directo al siglo XIX".
De hecho, cuenta que pueblo pesquero se le quedaría grande como definición, pues es más una aldea o asentamiento con apenas ocho habitantes, al oeste de Fuerteventura, encajado entre riscos, acantilados y playas. Apenas 10 casas, en blanco, azul y verde, y sus balcones de madera saludan a los cientos de visitantes que acuden a Los Molinos, que así se llama la población, en busca de ese exotismo de lo desconocido.
Lo curioso, además, es que para llegar a Los Molinos se ha de cruzar un puente que sortea uno de los pocos riachuelos de Fuerteventura. Un pequeño recorrido de 15 minutos basta para recorrer el pueblecito que, como decimos, tiene en septiembre su catarsis, ya que las mareas bajan hasta los mayores niveles de la temporada, permitiendo el acceso a Cueva Herminia, unas grutas perpetuamente sumergidas por la pleamar salvo en esta época del año.
Lo curioso de este juego de mareas está en que en verano, Los Molinos tiene un amplísimo arenal, pero en invierno, con el arrastre de las mareas, desaparece la playa y deja a merced del tiempo una costa rocosa y escarpada.
Imágenes | Pepatatas / Hola Islas Canarias
En DAP | Se ha recorrido toda España y este pueblo pesquero detenido en el tiempo es el que más le ha gustado