La Suiza manchega está en este pintoresco pueblo de Albacete, con escenarios de película, vistas increíbles y arte rupestre

En plena comarca de la Sierra del Segura, esta localidad está marcada por el paisaje que dibuja el valle del río Mundo

En el corazón de la Sierra del Segura extiende sus calles el peculiar pueblo de Aýna, uno de los municipios más singulares de Castilla La Mancha que atrapa desde el primer momento por su espectacular paisaje. Enclavada en el norte de la comarca, la garganta que dibuja el río Mundo en su paso hacia la Región de Murcia define la morfología de la localidad, cuyos habitantes han sabido aprovechar la abrupta ladera desde tiempos inmemoriales.

Los orígenes del pueblo se remontan al Paleolítico Superior, y testigo de ello son las pinturas rupestres conservadas en la Cueva del Niño, uno de los grandes atractivos del lugar. Pero el particular nombre de esta joya albaceteña es obra del dominio islámico, cuya denominación, Aýna significa  “ojos bellos” o “fuentes escondidas”.

La huella musulmana está aún presente en el municipio, particularmente en el diseño de construcciones populares y viviendas, así como el desarrollo de la agricultura de la zona con la implantación del sistema de regadíos que ha perdurado hasta hoy. Con la Reconquista cristiana el pueblo adquirió el privilegio de Villa, independizándose de la ciudad Alcaraz.

El sobrenombre de 'la Suiza manchega' se lo ha ganado  porque el visitante no espera, de primeras, encontrarse a solo 61 km de Albacete un enclave de tal belleza y singularidad paisajística. La laderas empinadas de paredes de roca regalan vistas espectaculares y un escenario ideal para practicar escalada, y además dibujan un entorno de verdadera postal.

Gracias al río que atraviesa el valle toda la zona está cubierta por el verde de un manto natural donde predomina el monte de pino carrasco, bien acompañado de encinas, sabinas, nogales, chopos y multitud de plantas aromáticas y matorrales típicos de la flora mediterránea. Un hábitat ideal para la rica fauna que puebla el municipio, destacando la cabra montés, experta en surcar las escarpadas rocas de las cumbres. Jabalíes, zorros, gatos monteses, ardillas, garduñas y liebres también se dejan ver, si hay suerte, en sus dominios, además de una gran variedad de aves.

Cualquier visita a Aýna debe incluir una ruta paisajística por sus sinuosas carreteras que llevan de un mirador a otro, como el emblemático mirador de la Rodea Grande, donde está aparcada la moto sidecar la moto con sidecar que recuerda a la película ‘Amanece que no es poco’.

El mítico filme de José Luis Cuerda rodó gran parte de su metraje en este pueblo y su entorno, convirtiendo literalmente la localidad en un escenario de cine. En recuerdo y homenaje se ofrece una ruta apta para todas las edades que recorre todos los rincones que aparecen en la obra, además de varias curiosidades.

Recorrer el casco histórico es otro paseo imprescindible que se puede hacer por libre o apuntándose a alguna de las visitas guiadas que organiza la Oficina de Turismo, y así conocer en profundidad la historia, cultura y secretos del pueblo, visitando sus monumentos principales como la iglesia parroquial de Santa María de lo Alto o la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios, con un bello artesonado mudéjar y que acoge el centro de interpretación de la película de Cuerda.

El entorno tampoco debe dejarse pasar por alto aunque sea para practicar alguna de las rutas de senderismo más accesibles, sin olvidar la visita imprescindible de la mencionada Cueva del Niño, los restos del Castillo de la Yedra o el Rincón de la Toba, que lleva a una zona de recreo con el manantial del mismo nombre, uno de los rincones más bonitos y tranquilos del municipio.

También las aldeas cercanas y toda la zona de la fértil vega del río merece la pena una visita en profundidad, especialmente cuando el tiempo acompaña y se puede disfrutar de las aguas de sus manantiales, arroyos y cascadas, un verdadero oasis manchego.

Imágenes | Turismo Aýna - Turismo de España

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