Tiene Jubileo, Patrimonio de la Humanidad y una fiesta única en torno al vino, pero no es Santiago: está en Murcia

Sorprendente, exuberante y una auténtica delicia para visitar en cualquier momento del año. Así es Caravaca de la Cruz, una de las ciudades más pobladas de la Región de Murcia y, además, una de las pocas localidades españoles que tiene el honor de contar con un Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Hablamos de la fiesta de los Caballos del Vino, una fiesta que tiene lugar cada 2 de mayo, donde distintos caballos, bellamente adornados y flanqueados por cuatro hombres, corren Caravaca arriba, rindiendo tributo a un acontecimiento medieval en el que la ciudad estaba asediada y un grupo de caballeros, para portar agua, decidieron romper el cerco enemigo y salir a galope tendido con sus cabalgaduras. No obstante, la fiesta se divide en tres concursos distintos donde participan sesenta peñas caballistas de Caravaca.

No es este, lógicamente, el único gran tesoro de Caravaca de la Cruz, que debe su apellido a la presencia en la Basílica de la Vera Cruz (una monumental construcción barroca) de una teórica reliquia del lignum crucis que procedería de la cruz en la que se ajustició a Jesucristo.

En torno a las Fiestas de la Santísima y Vera Cruz, fiestas mayores de Caravaca, también se articula un peregrinaje religioso que, cada siete años, obtiene el carácter de Año Jubilar. Un hito que sólo comparten en el mundo católico otras cuatro localidades como Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Liébana.

Qué ver y hacer en Caravaca de la Cruz

Ubicada sobre un cerro, Caravaca de la Cruz tiene datados orígenes prehistóricos, habiendo testimonios arqueológicos de su poblamiento desde la Antigüedad. No obstante, su boom reputacional llegaría a partir de la Edad Media. Fundamental durante la Reconquista, Caravaca era uno de los límites que marcaban las fronteras cristianas del Reino de Castilla y el Reino de Aragón frente a las taifas musulmanas y otros territorios andalusíes.

Por este motivo, el patrimonio caravaqueño (o cruceño) está repleto de iglesias como la propia basílica de la Vera Cruz, así como distintas iglesias como la de El Salvador o la de la Concepción, ambas del siglo XVI, o la de la Soledad, en su día primera iglesia de Caravaca y que ahora está reconvertida en museo arqueológico.

Junto a ellos, varios conventos, así como arquitectura popular que mezcla el trazado medieval cruceño con su creciente expansión renacentista. Junto a ello, varios museos, generalmente etnográficos, como el Museo de la Fiesta o el Museo del Santuario de la Vera Cruz, pero también el Museo Arqueológico o el Museo Carrilero, dedicado a la obra del escultor local José Carrilero.

Además, no menos relevante es el patrimonio natural de Caravaca de la Cruz, así como ese legado prehistórico antes mencionado. En el caso del primero, se ha de destacar el perfil orográfico de la zona, de gran irregularidad, que es ideal para determinados deportes como el senderismo.

No obstante, hay planes algo más relajados como acercarse en un tranquilo paseo hasta el Paraje de Las Suertes del Marqués, a apenas dos kilómetros del centro de Caravaca de la Cruz. Perfecto para descubrir un pequeño paraje verde a las afueras.

Por último, la llamada de la mesa en Caravaca de la Cruz. Localidad serrana por excelencia y muy marcada por esa proximidad también a Castilla-La Mancha y a Granada, la cocina caravaqueña es rica en potajes, así como muy profusa en platos a base de cordero como la tartera —un cordero asado al horno con patatas, cebolla y piñones—, así como el empedrado —el plato típico de la ciudad, con arroz, judías blancas y bacalao— o el ajopatata.

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