Suiza es un paraíso para los amantes de los deportes de montaña. Sus cumbres alpinas, algunas de las más icónicas del mundo, atraen a alpinistas, esquiadores y senderistas durante todo el año. Ascensiones como la del Matterhorn, una de las montañas más reconocibles y desafiantes de los Alpes, o la del Eiger, con su legendaria cara norte, figuran en la lista de sueños de muchos escaladores.
En invierno, las estaciones de esquí de Zermatt, Verbier o St. Moritz ofrecen pistas de primer nivel con vistas espectaculares y servicios de lujo. Son destinos que combinan adrenalina con exclusividad, donde es posible compartir pista con esquiadores profesionales o incluso con miembros de la realeza europea.
Pero Suiza no es solo un destino de vértigo y esfuerzo físico. También hay espacio para la calma y el descanso. Lugares como Lauterbrunnen, con sus cascadas cayendo entre praderas alpinas, o Montreux, a orillas del lago Lemán, son perfectos para paseos relajados.
Ciudades como Lucerna y Zúrich permiten disfrutar de una gastronomía exquisita, museos y cruceros panorámicos por sus lagos. Incluso en plena montaña, los balnearios alpinos, como los de Leukerbad o Scuol, ofrecen aguas termales con vistas espectaculares, ideales para recuperar fuerzas tras un día de actividad.
Sin embargo, para los que buscan emociones fuertes, hay una experiencia que pone a prueba el vértigo de cualquier viajero: el puente colgante Charles Kuonen. Ubicado en el cantón de Valais, cerca de Zermatt, es el puente colgante peatonal más largo de los Alpes y uno de los más impresionantes del mundo.
Se encuentra en la ruta entre Grächen y Zermatt, dos puntos clave en el senderismo suizo. Para llegar hasta allí desde España, lo más fácil es volar a Ginebra o Zúrich, que cuentan con buenas conexiones aéreas con ciudades como Madrid y Barcelona. Desde Ginebra, el trayecto en tren hasta Zermatt dura unas tres horas y media, mientras que desde Zúrich son aproximadamente cuatro horas.
El puente Charles Kuonen fue inaugurado en 2017 y sustituye a un puente anterior que quedó dañado por desprendimientos de rocas. Sus cifras son impresionantes: 494 metros de longitud, suspendido a 85 metros sobre el suelo del valle y con un punto máximo a casi 2.000 metros de altitud.
Su estructura, diseñada con cables de acero, está pensada para minimizar el balanceo, pero aun así, cruzarlo es una experiencia que acelera el pulso. Las vistas desde el puente son espectaculares, con los Alpes suizos desplegándose a ambos lados y el imponente Weisshorn, una de las montañas más altas del país, dominando el horizonte.
La mejor época para visitarlo es entre junio y octubre, cuando el acceso por los senderos es más seguro. En invierno, la nieve y el hielo pueden dificultar la caminata, aunque los más experimentados pueden aventurarse con equipo adecuado.
Cruzar el puente es solo una parte de la experiencia, ya que el sendero que lo rodea forma parte del Europaweg, una de las rutas de senderismo más impresionantes de Suiza. Desde allí, se pueden hacer caminatas hacia Zermatt, con el Matterhorn como telón de fondo, o hacia Grächen, un pueblo con un encanto alpino único.
Además de la adrenalina de cruzar el puente, la zona ofrece muchas otras actividades. Desde rutas de senderismo más relajadas hasta excursiones en bicicleta de montaña, pasando por la posibilidad de tomar un tren panorámico en Zermatt para disfrutar de las vistas sin esfuerzo. Y, por supuesto, no hay que irse sin probar la gastronomía local: un buen plato de raclette o fondue suiza en un refugio de montaña es el broche perfecto para un día de aventuras.
Imágenes | MySwitzerland