Siempre hemos escuchado que la pasta hay que cocinarla “al dente” y no solamente es por la satisfacción que otorga a la hora de degustarla, cocida por fuera y algo cruda por dentro encontrando algo que masticar, sino porque además nos aporta beneficios extras.
La pasta cocinada “al dente” tiene menor índice glucémico que si está demasiado cocida, esto se traduce en que la pasta “al dente” tarda más en digerirse y los niveles de glucosa resultantes de la ingesta de carbohidratos tardan más en ascender, por lo que en personas que realizan actividad física, como los deportistas, pueden rendir durante más tiempo.
Cocinar la pasta “al dente” puede parecer sencillo, pero hay que tener unos mínimos conocimientos o aplicar ciertos trucos. Lo primordial es utilizar la cantidad de agua necesaria, 1 litro por cada 100 gramos de pasta.
Una vez puesta la cantidad de agua necesaria en una olla, se puede añadir un chorrito de aceite de oliva y llevar a ebullición, cuando rompe a hervir se añade un puñado de sal y cuando el agua está hirviendo, se añade la pasta.
El tiempo de cocción dependerá de si se trata de pasta fresca o seca, así que lo ideal para reconocer si está al dente” es probarla. Extrayendo una pieza y partiéndola por la mitad, podrás comprobar si en el centro tiene una veta cruda, el color es diferente y al probarla notas el centro de la pasta un poco duro.
Lo de tirar un espagueti contra la pared de la cocina no lo hemos probado nunca, pero también dicen que funciona, ¿tú que opinas?
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