Negar a estas alturas del siglo XXI que la productividad china inunda medio planeta sería absurdo. Vemos a diario ejemplos de todo tipo. Ropa, coches, tecnología, alimentos, maquinaria pesada, cosmética… Incluso, aunque parezca raro, una inundación de aceite de cocina usado.
Precisamente lo que está sucediendo en Estados Unidos a costa de las importaciones de aceite de cocina usado procedente de China. Lo irónico de la situación, como se puede entender, es que el destino de este producto no tiene que ver con darle una vuelta culinaria, sino con formar parte del futuro de la energía.
Sumergida en una batalla que busca alternativas a los combustibles fósiles como petróleo, carbón y gas, la economía estadounidense ha puesto sus ojos –como tantas otras– en el futuro de los combustibles verdes a costa de ejemplos como el biodiésel.
Sin embargo, lo que parecía convertirse en el porvenir cortoplacista de miles de agricultores estadounidenses ahora amenaza con ser su ruina y, sí, otra vez China aparece en el horizonte.
En el año 2022, la administración de Joe Biden impulsó una serie de medidas dentro de la denominada Ley de Reducción de la Inflación (Inflation Reduction Act por su nombre estadounidense, sintetizada a menudo como IRA).
Este conjunto de normas, una de las mayores inversiones del gobierno estadounidense en materia de economía y seguridad energética, con un sinfín de aplicaciones también apuntaba a reforzar a los productores nacionales y seguir siendo cabeza de carrera, con inversiones estratégicas, en términos de soberanía energética.
Sin embargo, la Administración Biden se dejó por el camino un matiz que ahora, como recoge el medio económico The Financial Times, tiene visos de complicar el futuro a corto y medio plazo de miles de agricultores estadounidenses: no incluyeron ninguna letra pequeña al origen.
Subidos en una ola verde de los biocombustibles, son muchos los empresarios que decidieron apostar por aumentar sus cosechas de maíz, camelina y soja, tres de los cultivos más habituales y populares para la producción de biodiésel, fiándose de las exenciones fiscales que se obtendrían.
El problema, como explican en The Financial Times, es que la ley no puso ningún tipo de cortapisa al origen de la materia prima, permitiendo que los industriales se beneficiasen de las exenciones fiscales que la ley promulgaba, independientemente de la procedencia de esos productos.
¿Qué ha pasado? Pues que la industria del biodiésel ha encontrado más rápido y más barato importar aceite de cocina chino antes que comprar y transformar en biodiésel los cultivos de soja, maíz y camelina que los agricultores estadounidenses han puesto en marcha.
¿De cuánto aceite hablamos? Pues en el mes de septiembre supuso la cantidad de un millón de toneladas métricas de aceite de cocina. Por ponerlo en contexto, valga un dato: en 2022, menos del 1% del aceite que Estados Unidos importaba era chino. En 2024, más de la mitad de las importaciones estadounidenses en este sentido provienen de China.
Al no exigir que las materias primas sean nacionales, la industria ha encontrado en el aceite chino el comodín perfecto para beneficiarse de las exenciones fiscales incluidas en la Inflation Reduction Act, pero ha dejado en la estacada al productor nacional, que pretendía esperar un aumento de la demanda industrial de soja, maíz y camelina.
Por este motivo, son muchos los colectivos de granjeros y agricultores estadounidenses que demandan ahora a la administración matices en la ley que beneficien directamente al productor nacional. Todo cuando, además, las importaciones de aceite de cocina chino han sido bloqueadas en otros países, incluyendo la Unión Europea, debido a las reglas antidumping comunitarias.
A ello hay que sumar, además, la desconfianza de las instituciones europeas hacia la legalidad de las importaciones de aceite chino, donde cada vez más pruebas indican que están suministrando aceite de palma, marcándolo como aceite de cocina usado.
Mientras tanto, los agricultores estadounidenses miran con un ojo a la salida de Joe Biden de la Casa Blanca y con el otro se preparan ante las decisiones que pueda tomar el omnipotente Donald Trump cuando ocupe el sillón presidencial el próximo mes de enero, habida cuenta de que tendrá mayoría tanto en el Congreso como en el Senado para que sus medidas se lleven a cabo.
No obstante, otros medios como la agencia de noticias Reuters apunta a que las intenciones arancelarias de Donald Trump podrían ser, aunque acabe con la Inflaction Reduct Act, positivas para el agricultor estadounidense al cerrar la puerta a las importaciones chinas.
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