En esta edición de MasterChef tan conservadora no podía faltar la prueba del robo, destinada, como es costumbre, a generar animadversiones sin mucho sentido. Y de paso a alargar el programa ya de inicio torturando al espectador con el interminable proceso del susodicho robo. Queremos ver cocinar.
Con los pocos ingredientes que les quedaban, los concursantes han cocinado lo que buenamente podían. En su mayoría, postres: un milhojas con fambruesas (bastante cutre), una tarta de queso, un crumble con fruta, una tarta tatin de manzana... Y algún plato salado, como unos espaguetis de calabacín o una tarta salada con ratatouille, de Amelicious -¿qué tiene que pasar por tu cabeza para pensar que ese es buen nombre artístico?- que ha sido la mejor de la prueba, a pesar de que era tremendamente básica y que el ratatouille original no es así, sino más bien una especie de pisto. Por muy simpática que nos pareciera la rata Remy de la película.
Sorprende lo mal que han trabajado el hojaldre, que ya les venía preparado, probablemente de alguna marca industrial, fallando la mayoría que lo ha usado en su cocción, casi dejándolo crudo, o errando en la composición del resto de ingredientes. Y otro fallo elemental: probar las elaboraciones durante y después del cocinado. Esos mangos, fuera de temporada y muy verdes, no tenían pinta de tener mucho sabor; no nos extraña que el intento de postre de Arnau resultara insípido.
De Madrid al miedo
Si la semana pasada estuvimos en Barcelona, esta vez, en la prueba de promoción turística, el concurso se ha desplazado a la Plaza Mayor de Madrid, donde se ha celebrado la también clásica repesca. Los aspirantes se han enfrentando a un menú de platos clásicos madrileños, revisitados por Andy García, subcampeón de la última edición del concurso:
Las versiones actualizadas de los platos de Andy presentaban el bocata transformado en un buñuelo de tinta relleno de guiso de calamar; una espuma de patata frita con yema curada en sal de jamón y la clara frita a modo de topping de puntilla crujiente; un bacalao rebozado en su propia piel con tapioca deshidratada y pan de gamba y un falso canelón de hojas de kale relleno de la carne desmigada acompañado de hummus y crujiente de garbanzos. Digamos simplemente que de cocido ya quedaba poco.
Pero, por supuesto, faltaban los postres, de los que se han tenido que encargar los expulsados que buscaban la repesca:
- Semana Santa castiza, una versión de las clásicas torrijas con su pan de brioche.
- Movida madrileña, inspirado en los sabores del carajillo, con crumble, crema de brandy y manzanas.
- Chulapo mayor, típicos barquillos madrileños rellenos con crema de café y acompañados de crema de limón.
- Cuaresma en Malasaña, peras al vino actualizadas con un bizcocho.
- Caramelos de Canalejas, en honor de los míticos caramelos violeta transformados con obulato, con una base de espuma de fresa.
- Desayuno en Cibeles, una reinterpretación del chocolate con churros.
María ha sido la que mejores resultados ha conseguido, tanto replicando el postre original como logrando un buen emplatado. Ya aventurábamos la semana pasada que tenía muchas papeletas de volver. Ha durado poco su ausencia.
Chocolate a la carrera
El experto chocolatero David Pallàs, otro habitual del concurso, ha traído el reto final de la noche con una de sus espectaculares piezas que más que dulces son esculturas artísticas, elaborada enteramente con chocolate. Ha causado tanta fascinación como estupor en los delantales negros, pues ya sabemos que los postres no son precisamente el punto fuerte de esta edición.
La pieza estaba formada por varias elaboraciones extremadamente complejas:
- Bombones pintados y rellenos.
- Tarta Sacher de albaricoque con su ganaché, integrada dentro de una cafetera de chocolate.
- Taza con bizcocho de chocolate borracho creada con ganaché de chocolate blanco.
- Mousse de chocolate con un bizcocho extra denso de chocolate en la base, crujiente de praliné de avellanas y núcleo de chocolate blanco a la vainilla.
Obviamente, los aspirantes no han tenido que replicar semejante obra tal cual. El reto de expulsión ha consistido en la también típica prueba de carreras, diviéndose en dos equipos para ir preparando distintas elaboraciones enfrentándose entre sí. Un repaso de las técnicas básicas para trabajar el chocolate con la presión añadida de tener que terminar antes que el rival; y hacerlo bien, claro.
Finalmente la expulsión se la han jugado Amelicious y Pepe en un duelo de 40 minutos preparando un bizcocho de chocolate con glaseado y acompañado de una quenelle de la mousse y otra de helado de chocolate, decorado al gusto. Las prisas y la mala organización han jugado malas pasadas a ambos, pero fue el plato de Pepe el más fallido, con un brazo de gitano que no salía y un helado inexistente. Ha sido el último expulsado.
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