El chef Valerio Braschi saltó a la fama en 2016 al convertirse en el ganador más joven la edición italiana de MasterChef, con solo 18 años. Hoy lidera la cocina del Ristorante 1978 en Roma donde da rienda suelta a su creatividad con sus peculiares versiones de platos icónicos italianos, una suerte de trampantojos que rozan la provocación.
Su última creación ha sido el paquete de polvos sabor a pizza, recreando las típicas bolsitas de plástico con aderezos saborizantes que se suelen emplear en la industria alimentaria o como complemento de platos de comida rápida, a menudo cargados de sal y potenciadores del sabor.
Bautizado simplemente como "Pizza alla Marinara", el chef asegura haber encapsulado el sabor de la pizza clásica en un saquito completamente comestible, pues el envoltorio de los polvos no es más que papel de arroz transparente, como los que se emplean para hacer rollitos asiáticos. En su interior, tres componentes: bordes de masa de pizza muy tostados, crema de tomate y ajo, y orégano, todo deshidratado y pulverizado, para ser devorado de un bocado.
La llamativa pizza forma parte de la última selección de aperitivos o amuse-bouches del restaurante, que se ofrece a modo de bienvenida a todos los clientes, coman a la carta o pidan el menú degustación. El despliegue del resto de platos sigue la línea provocadora y creativa del joven cocinero, que ya ha llevado al límite de la reinterpretación otros platos clásicos italianos.
Así, entre sus otras propuestas viralizadas en redes destaca el chupito de carbonara transparente, menos vistoso, pues podría pasar por un simple vaso de agua, pero que encerraba toda la esencia de la salsa italiana. Para elaborarla, el chef destiló durante tres horas una mezcla de quesos zabaglione y pecorino, caldo de pimienta negra y crema de guanciale asado, logrando una bebida concentrada en aromas, sin alcohol y sin calorías. Y sin nata, por supuesto.
Quizá menos apetecible a la vista fuera la "Lasagna 2021", que formaba parte del menú degustación del año pasado. Se recibía en la mesa todo un despliegue de medios para poder saborear la versión de la lasaña de la infancia del cocinero. Un tubo como de pasta dentífrica guardaba una crema de lasaña, acompañado de un falso cepillo de dientes elaborado con pasta al huevo, y un supuesto enjuague bucal final preparado a base de un caldo de queso parmesano añejo.
La degustación exigía al comensal recrear todo el ritual del lavado de dientes: abrir y pinchar el tubo para acceder al contenido, extraer la crema de lasaña sobre el cepillo de pasta, devovarlo entero y finalizar con un trago de colutorio de queso.
La buena acogida de sus peculiares propuestas y la fidelidad de su público parecen alentar a Braschi a seguir en su línea de creatividad juguetona, aunque dada su juventud habrá que esperar para comprobar si cambiará su línea de trabajo en su futura trayectoria.
Imágenes | Valerio Braschi - Ristorante 1978
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