Los expertos en economía doméstica siempre recomiendan ir al supermercado o mercadillo con una lista de la compra para ceñirnos a ella y no caer en gastos superfluos o correr el riesgo de olvidos traicioneros. Una costumbre que todos hemos aprendido desde niños acompañando a nuestros padres y abuelos, y que sigue tan válida como hace un siglo. Lo que no sabíamos es que lo estábamos haciendo mal.
No seamos tan categóricos; no es que el método tradicional de hacer la lista de la compra sea erróneo, es que existe otro sistema más lógico que además puede hacernos ahorrar tiempo y dinero. Es la llamada compra inversa, y admito que desde que leí sobre ella ya no la hago de otra manera.
Que esté volviéndose viral y cada vez cuente con más seguidores en las redes sociales puede hacernos dudar de su fiabilidad -y bien que haríamos-, pero una vez conoces los detalles y la lógica de su funcionamiento, hay que reconocer que es un método con muchas ventajas. Solo presenta un único inconveniente, una pequeña inversión de tiempo inicial que, sin embargo, se ve recompensada con creces.
En qué consiste la compra inversa
El típico sistema consiste en escribir justo antes de hacer la compra un listado de los ingredientes y productos que se nos han gastado o necesitamos ya. Por ejemplo, si planificamos cocinar una lubina a la sal para comer al día siguiente, anotaremos 'lubina' y, tras revisar la despensa, escribiremos también todo lo que se nos haya gastado o esté a punto de hacerlo, como la propia sal gruesa, y los productos de consumo habitual (aceite de oliva, yogures, harina...).
La compra inversa funciona al revés. También se basa en redactar una lista, pero no con lo que se nos ha gastado antes de hacer la compra, sino con todo lo que tenemos o solemos tener siempre o casi siempre en la despensa, nevera y congelador.
Este planteamiento nos obliga a dedicarle un cierto tiempo con calma la primera vez, haciendo un concienzudo repaso de toda nuestra cocina. No viene mal para vaciar armarios y cajones o revisar fechas de caducidad y el contenido del congelador. Así, iremos anotando todo lo que ya tenemos, marcando con una nota especial lo que esté a punto de agotarse. También conviene incluir lo que ya se nos ha agotado y nos hace falta comprar.
Lógicamente será un listado mucho más largo que la lista de la compra habitual, por lo que se recomienda agrupar por categorías o grupos los alimentos y productos, según nos resulte más cómodo: especias, conservas, ingredientes básicos, cereales y pastas, legumbres, frutas, bebidas, lácteos, verduras congeladas, salsas, etc.
Cuando tengamos nuestra lista inversa lista lo único que debemos hacer es ir anotando lo que vamos gastando en el día a día, o cuando el stock entre en lo que consideremos números rojos. Por ejemplo, si tomamos yogures a diario y al coger uno solo quedan dos, conviene anotarlo.
De este modo llegaremos al supermercado con la lista ya hecha con todo lo que nos hace falta, y comprobaremos in situ lo que aún tenemos en casa y no hace falta reponer. Solo habrá que añadir en el último momento las compras muy puntuales y sujetas a temporalidad ocasional, como las carnes para una barbacoa o un postre especial.
Las ventajas de la compra inversa son evidentes: llevaremos una rutina de control mucho más efectiva sobre los alimentos que tenemos en casa, perderemos menos tiempo haciendo la lista antes de comprar, evitaremos acumular cosas compradas varias veces por olvidar que ya había en casa, no se nos caducará tanto la comida y evitaremos mejor las compras impulsivas o los "por si acaso." A la larga, gastaremos y desperdiciaremos menos dinero.
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