Sri Lanka lleva meses viviendo la peor criris económica de su historia desde su independencia en 1948. El colapso se ha precipitado en las últimas semanas y ha culminado con las protestas que han forzado la dimisión del primer ministro y del presidente. El país, declarado en quiebra, sufre una grave escasez de alimentos, combustible, energía y medicinas, consecuencia de haber convertido toda la agricultura en ecológica de forma precipitada.
Las manifestaciones y reproches de la población a sus dirigentes llevan sucediéndose desde principios de año, cobrando desde marzo cada vez un cariz más masivo y violento contra el gobierno, al que acusan de haber sumido a Sri Lanka en la miseria. La repentina decisión del hasta ahora presidente, Gotabaya Rajapaksa, de prohibir del uso de fertilizantes y pesticidas en todo el país a principios de 2021 no hizo más que incrementar las dificultades productivas y acelerar la ruina económica del país.
Rajapaksa, anteriormente militar, fue elegido presidente en 2019, pero ya había ejercido como secretario de defensa bajo el mandato presidencial de su hermano Mahinda, quien a su vez pasó a la posición de primer ministro hasta ser forzado a dimitir el pasado mayo. Ya desde su campaña Rajapaksa anunció su objetivo de convertir toda la producción agraria del país en un sistema 100 % orgánico, pero en principio iba a ser un proceso de diez años.
Por eso la súbita prohibición de fertilizantes y pesticidas pilló de sorpresa a una población que ya estaba lidiando con graves problemas económicos derivados del aumento del progresivo aumento de la deuda externa y una crisis acelerada por la recesión mundial derivada de la pandemia de COVID-19. Prácticamente de la noche a la mañana, el gobierno prohibió en abril de 2021 la importación y uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos y ordenó a los dos millones de agricultores que convirtieran sus campos en producciones ecológicas.
Las consecuencias de este movimiento repentino, prácticamente sin tiempo de adaptación, sin formación a los agricultores y sin ofrecer ningún tipo de ayuda o soporte, fueron devastadoras, y en muy poco tiempo. Sri Lanka había sido hasta entonces autosuficiente en cuanto a la producción de arroz, alimento esencial de la gran mayoría de la población, de escasos recursos, pero en apenas unos meses la producción del grano cayó un 20 %.
Esto obligó al país a importar arroz por valor de unos 450 millones de dólares, aumentando así la ya disparada deuda extrajera y agotando aún más los recursos de la población, pues los precios del propio cereal en el mercado interno se encarecieron, como ocurrió con otros productos básicos.
El cultivo de té ha sido otro de las grandes perjudicados por esta conversión a la agricultura orgánica, un producto que había sido además hasta ahora un pilar básico de las importaciones del país. En septiembre de 2021 la producción se había vuelto diez veces más cara mientras que la falta de fertilizantes y pesticidas provocó una caída del rendimiento productivo de los agricultores, incapaces de hacer frente al nuevo sistema impuesto.
En noviembre del año pasado, apenas seis meses después de forzar el cambio, el gobierno se vio obligado a permitir la importación excepcional de fertilizantes para los principales cultivos de exportación, como el coco, el caucho o el propio té. Poco después tendrían que importar también fertilizantes y otros productos para la producción de arroz.
La guerra de Ucrania y la recesión mundial no han hecho más que complicar la situación del país. Con una inflación cada vez más disparada y la caída del valor de la moneda, la gran mayoría de la población es incapaz de acceder a productos de primera necesidad. Los alimentos escasean y se han multiplicado sus precios, y asociaciones como UNICEF alertan del aumento de la pobreza y la malnutrición que están sufriendo miles de familias.
La fijación de Rajapaksa por imponer un sistema 100 % orgánico en la agricultura del país comenzó a cobrar fuerza en 2016 con la formación del movimiento Viyathmaga, que reforzó la candidatura del futuro presidente prometiendo un "desarrollo moral y material" de Sri Lanka. Tal y como detallaba Foreign Policy, la plataforma contaba con un detallado programa agrícola, pero la mayoría de agrónomos y científicos agrícolas del país no participaron en su desarrollo, dando voz a supuestos expertos defensores de la agricultura alternativa, contraria al uso de sustancias sintéticas.
La falta de planificación y adaptación paulatina a un sistema productivo sin fertilizantes ni pesticidas ha convertido el experimento de Sri Lanka en la ruina de un país que ya sufría diferentes problemas, y pone más leña al fuego del debate que enfrenta a los defensores y detractores de la agricultura ecológica y su supuesta sostenibilidad o viabilidad en términos de abastecimiento para la población mundial. Expertos como J. M. Mulet, alertan de los peligros de falacias de "lo natural" sin base científica, y defienden las innovaciones tecnológicas que aporten nuevas herramientas a los agricultores para asegurar su producción con el mínimo impacto medioambiental.
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Imágenes | Unsplash - UNICEF
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