Comoquiera que mi suegra debe ver a su hija un tanto desmejorada desde que ya no vive con ella, no se le ha ocurrido otra cosa que regalarnos unos cuatro quilos de butifarras. Según ella, un poco de butifarra. Según nosotros: cantidad suficiente para comer, cenar, merendar y hasta desayunar la dichosa butifarra durante por lo menos un mes.
Como no está el asunto para tirar nada, y después de ventilarnos unas buenas raciones a la plancha, y de haber congelado otra buena cantidad de ellas, sólo nos quedaba buscar otra manera para conservar la carne. Y he aquí: el confitado.
Claro, ustedes, amigos lectores, dirán que ahora en verano no es tiempo para hacer ese tipo de conserva, que eso se hace en invierno, después de la matanza. Y no les faltará razón. ¡Pero a ver quién es el guapo que se lo explica a mi suegra!
En fin: confitado veraniego de butifarra...
Los ingredientes
Unos 2 kgr. de butifarra, lomo o costilla de cerdo, y unos 2 litros de aceite de oliva virgen extra (AOVE). Necesitarán también una cazuela grande de barro o de hierro colado y unos tarros de conserva.
La preparación
Poner el aceite en la cazuela con los trozos de carne de cerdo: pueden ser butifarras, filetes de lomo, costilla cortada en pedazos, o si lo prefieren un surtido variado de todo ello. El lomo y la costilla ligeramente salados. La butifarra no hace falta pues ya lleva la sal y la pimienta en su interior. Calentar a fuego lento unas dos o tres horas según la cantidad, hasta que la carne quede bien dorada. Paciencia. El aceite debe ser de buena calidad, por supuesto, y en ningún momento debe quemarse. Recuerde, fuego lento.
Ya sólo queda dejar enfriar y poner la carne en tarros. Cubrir con el aceite de la cocción y conservar en lugar fresco y seco.
La degustación
Para nuestra generación, que nos hemos criado con la nevera siempre presente, nos es difícil imaginar que no hace tampoco tanto, las conservas eran indispensables para comer productos fuera de temporada. Este empeño del hombre para mantener los alimentos comestibles durante largo tiempo es el origen de no pocas exquisiteces; las salazones, los ahumados, los embutidos, los escabeches...
Y por supuesto, los confitados. Basan su poder conservante gracias a diferentes agentes. En nuestro caso: el fuego, las especias que lleva la butifarra, y en mayor medida el aceite, que aislará la carne del oxigeno del aire. De este modo, será imprescindible que mantengamos los trozos de carne bien cubiertos de aceite en los tarros. Cerrarlos o no, no será determinante.
Si lo hacen así, podrán disfrutar de este manjar durante meses...