Hoy he estado hablando con una amiga sobre un postre que quería flambear o flamear (no estábamos seguras de como se decía). Y con la temperatura de estos días, me ha dado calor y pereza hasta pensar en el tema, pero también he sentido mucha curiosidad.
Flambear o flamear, es el verbo que designa dos operaciones distintas: pasar un ave desplumado por la llama para acabar de limpiarla y rociar un plato con alcohol y prenderle fuego para realzar su gusto.
Por lo que respecta a su primera acepción consiste en la primera operación en la preparación de un ave de corral. Consiste en pasar rápidamente las alas, y después las patas y el pescuezo, por la llama de un quemador, manteniéndolos bien extendidos. La operación tiene por objeto despojar al animal de las pequeñas plumas y la pelusa que subsisten después del desplumado, especialmente bajo las alas y en la interior de los muslos.
El flambeado o flameado en su siguiente acepción es respecto a una preparación salada durante la cocción, que consiste en verter sobre ella un alcohol calentado previamente (coñac, armagnac, calvados, ron, whisky) que inmediatamente es inflamado. La operación puede efectuarse antes del desglasado o antes de añadir un líquido a la cocción. Hace unos años en los mejores restaurantes se preparaban flambeados delante del cliente en un hornillo especial, se realiza con más frecuencia con los postres calientes (tortillas y crêpes). También se aplica a algunos cócteles que requieren quemar algo de alcohol.
Esta técnica de cocina se utilizo en el año 1895 accidentalmente por un camarero, Henri Carpentier, prendiendo fuego a la sartén donde preparaba unas crêpes para que el fue más tarde Eduardo VII del Reino Unido.
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