Llegaron a nuestra vida como esas galletas de cortesía que ocasionalmente, para nuestra grata sorpresa, acompañaban la taza de café o té. Qué sensación de lujo y distinción daba recibir ese goloso detalle, una pasta que sonaba aún exótica y elegante, cautivadora con su intenso aroma a especias caramelizadas. Años más tarde, las galletas Lotus están por todas partes.
Las hemos normalizado de tal manera en nuestro día a día que ya incluso han superado la familiaridad de otras referencias antaño más cotidianas, como las napolitanas o incluso las galletas danesas. Y no se trata solo de que ahora podamos comprar galletas Lotus en cualquier supermercado para saciar nuestra gula en casa, también han invadido muchos otros sectores de alimentación, directa o indirectamente.
La lotusmanía es producto de una confluencia de factores en los que se dan la mano el carácter único de la galleta, las tendencias potenciadas por las redes, la propia globalización capitalista y una más que exitosa línea de negocio ensalzada por acertadas campañas de marketing.
Casi sin darnos cuenta, las galletas caramelizadas nos han conquistado. O casi colonizado.
De la speculaas flamenca al speculoos belga, los padres de Lotus
En el origen de todo este fenómeno está la galleta belga original, de nombre poco afortunado para el resto del planeta, y que nacieron además para ofrecer una alternativa más económica a las apreciadas speculaas, unas pastas de mantequilla especiadas que se pueden considerar las abuelas de las Lotus, o su antepasado más directo.
Las speculaas -spéculoos en Francia y Spekulatius en países de habla germana- nacieron en época medieval en el Condado de Flandes como pastas especiales aromatizadas con la mezcla de especias del mismo nombre. Aunque su nacimiento concreto no está claro, los investigadores sitúan su creación en el norte de los actuales Países Bajos, en torno a los siglo IX-X. Lo que sí está claro es que su función era rendir honores a San Nicolás, tarea que las comunidades monacales practicaban anteriormente limitándose a repartir estampas e ilustraciones en horno al santo.
Así comenzó la tradición de tallar la efigie del santificado obispo Nicolás de Bari en piezas de madera que servirían de molde para hornear pastas dulces aromatizadas con especias, popularizándose estas galletas en toda la zona y convirtiéndose en un dulce típico de fechas de Adviento y Navidad, muy ligadas a toda la familia de Lebkuchen o del pan de especias.
Por la delicadeza de su elaboración, con moldes artesanos de formas intrincadas, y sus ingredientes, poco asequibles para las gentes más humildes, las galletas fueron durante mucho tiempo un alimento reservado a fechas especiales. Con el tiempo se extendió su preparación y consumo, mecanizándose cada vez más el proceso, y ligándose también a bodas, bautizos, cumpleaños y otros eventos.
Pero las speculaas seguían siendo galletas caras, a las que no podían acceder las clases populares de las incipientes ciudades. Los dulces a base de mantequilla, azúcar y especias eran productos de lujo, como podían serlo los nuevos chocolates, caramelos o frutas confitadas. Hasta que a principios del siglo XX, contagiado del espíritu emprendedor de la época, el belga Jan Boone Sr. tuvo la feliz idea de crear una versión barata y asequible de la dulce tentación de sus vecinos. Y así nacieron las speculoos.
La simple pero genial idea que conquistaría el mundo
Boone apostó por ingredientes sencillos para versionar la pasta tradicional, abaratando la manufactura sin que ello desmereciera en calidad. Sustituyó la mantequilla por aceites vegetales refinados, rebajando la compleja mezcla de especias flamenca, aún muy cara, para dar protagonismo a la canela.
Pero el gran secreto del éxito de la pasta estaba en su textura crujiente ligera y el intenso sabor caramelizado que tan bien combina con la canela, aunque se utilice la variedad más barata de la cassia. Todo gracias al sirope de azúcar de remolacha, elaborado a partir de la lenta cocción de los jugos de la remolacha azucarera hasta obtener una especie de melaza oscura, muy dulce y aromática, con sabor tostado.
El resultado fue una galleta distinta a las típicas María biscuits de la época, con ese aura de dulce más especial, casi delicatessen, que más que comerse se degusta como un bocado más elegante. A ello contribuyó el nombre con el que Boone bautizó a su golosa creación, Lotus, una flor exótica que representa la pureza y que encajaba con la idea de ser un dulce sofisticado elaborado con ingredientes naturales.
El éxito fue casi instantáneo. Pero fue gracias a la asociación con la hostelería cuando la nueva pasta mostró todo su potencial comercial, y Boone supo verlo desde el primer momento, suministrando su criatura a cafeterías, bares y restaurantes locales. Lotus se desveló como la pareja perfecta del café, ese bocado dulce irresistible de cortesía con el que los establecimientos agasajaban a sus clientes para elevar aún más la degustación de la bebida.
La compañía de Boone Sr. no hizo más que crecer en los años siguientes, expandiendo su área de distribución y aumentando la producción con perspectivas internacionales. Ya en los años 50 la galleta recorría cientos de kilómetros para satisfacer la creciente demanda de sus países vecinos, siempre bajo el nombre original de Lotus Speculoos.
Pero la verdadera revolución llegó en aquellos años con otra idea aún más ingeniosa: envolver cada galleta individualmente, un formato ideal para la hostelería y restauración. Poco sospechaba el perspicaz empresario belga en la locura que desataría su invento décadas más tarde en todo el mundo.
La galleta levanta el vuelo
Aunque la empresa siempre ha permanecido presumiendo de mantener sus raíces familiares primigenias, con la sede original en la localidad belga de Lembeke, estaba destinada a crecer y convertirse en una multinacional. En 1974 llegaron a un acuerdo con la familia Stevens para unirse a Corona, ampliando el catálogo de productos para elaborar también pasteles y otros dulces.
Bajo el liderazgo del nuevo CEO, Karel Boone, heredero del fundador, Lotus se adentró en el mercado asiático en 1980 y en 1988 la compañía comenzó a cotizar en la bolsa de Bélgica con la familia Boone & Stevens como accionista mayoritario. Solo les faltaba dar un salto más para convertirse en gigantes.
Y dicho y hecho, nada más arrancar la década siguiente la galleta puso rumbo a Estados Unidos gracias a la buena relación que fraguaron con las compañías aéreas. Primero a través de Delta, continuando con otras como American Airlines o United Airlines, Lotus se ganó rápidamente el corazón de los estadounidenses. Fue un movimiento muy inteligente, pues de otra manera quizá esta humilde pasta no hubiera logrado llamar tanto la atención en un mercado saturado de dulces, snacks y golosinas de todo tipo.
Pero la galleta Lotus se convirtió en un icono de los viajes en avión. La relación con Delta fue tan satisfactoria que la compañía incorporó su logo a los envases del dulce que servían a bordo, creando una relación indisoluble. Es el bocado perfecto para un vuelo, un dulce especial y diferente muy especiado pero nada pesado, ideal para alegrar ese triste café de avión o una insulsa infusión. Tan ligada está la galleta a volar para los americanos, que la retirada momentánea de la misma en United provocó oleadas de quejas.
Lotus Biscoff | Galleta Original Caramelizada | Vegano | Sin Colorantes ni Aromas Artificiales | Caja Dispensadora de 150 Galletas | 938g
De Lotus a Biscoff, y hasta en la sopa
En 1986 la compañía decidió hacer un primer rebranding global cambiando el nombre oficial de la galleta, y la propia marca, prescindiendo definitivamente de la compleja palabra speculoos para instaurar el término registrado Biscoff, reforzando la idea de galleta para el café con la unión de biscuit y coffee.
Con su consolidación en el mercado europeo y estadounidense, Biscoff no dejó de crecer buscando expandir aún más su portafolio de productos. Diferentes adquisiciones y lanzamientos fueron convirtiendo a la empresa en toda una multinacional de la alimentación, con referencias como los gofres Suzy wafels, pan de jengibre Peijnenburg, galletas de jengibre Annas e incluso las populares Dinosaurus, que España distribuye hoy Artiach.
Pero la niña bonita de la compañía siempre ha sido la galleta Lotus primigenia. Y para ello no solo han apostado por diversificar el formato de la pasta y su presencia en otros mercados, haciéndola más accesible al consumidor, sino convirtiéndola en protagonista de todo tipo de productos derivados.
La crema untable Lotus es sin duda su lanzamiento reciente más célebre, muy popular los primeros años en Bélgica, Francia y Reino Unido, que pronto terminó de desatar la locura en todo el mundo, compitiendo directamente con Nutella, la mantequilla de cacahuete y otros untables dulces populares. Y dio otro paso más al entrar de lleno en el sector Horeca y en la pastelería profesional. Es un ingrediente más de todo tipo de elaboraciones que compañías, pero también pasteleros y chefs, han sumado a su despensa, como recientemente reseñaban en El País con numerosos ejemplos.
Era de esperar que a la reina del mercado le salieran imitadores, y en eso las marcas blancas son expertas. Lo hemos visto en los últimos tiempo en cadenas como Mercadona, donde han desfilado cremas de licor, helados, chocolates y postres lácteos varios con sabor a 'galleta caramelizada', procurando no mencionar a la marca propietaria original.
Por su parte, la compañía belga tiene muy claros sus planes a corto y medio plazo: afianzar la marca bajo una enseña común y reforzar su presencia mediante acuerdos con otros jugadores líderes en diferentes sectores. Lo explicaba a Restauración News en una entrevista reciente Víctor Villanueva, Country Manager Spain de Lotus Bakeries: “Queremos que el consumidor pueda encontrarnos en cualquier establecimiento de España”.
A finales de 2023 la empresa presentaba un nuevo rebranding con una nueva imagen de marca, convirtiéndose oficialmente en simplemente Biscoff, prescindiendo así finalmente del nombre de la galleta que dio origen a todo. La pasta permanece, pero ahora es algo mucho más grande que su fundador no pudo ni soñar.
En palabras de Rosa López-Huerta, responsable de marketing de la compañía en España, Lotus es ahora una marca paraguas dentro de la compañía, que ha estado apostando directamente al canal Horeca con productos diseñados específicamente para este sector, como la galleta molida, la crema o el topping, todo con el apellido Biscoff y pensados para emplear en todo tipo de recetas y servicios de restauración, como heladerías o creperías.
Paralelamente, Villanueva destaca los acuerdos con grandes marcas de la restauración, como McDonald’s, Vips, Papa Jonhs, Tim Hortons, KFC, Llaollao o Iberia, lanzando productos específicos como el Mcflurry con Lotus Biscoff de la cadena de hamburguesas.
Actualmente Biscoff presume de ser la sexta galleta más consumida del mundo, pero el objetivo de la empresa es convertirse en la tercera referencia mundial en los próximos años. Y para ello no solo quieren seguir colándose en el catálogo de otras marcas o reinventarse con nuevos productos, sino que sea cada día más accesible a más consumidores, en cualquier supermercado o local de restauración, estén donde estén.
Esa pequeña galleta distinguida y diferente que convertía el tomar un café en algo especial ha pasado definitivamente a la historia. Quizá aún no tenemos Lotus Biscoff hasta en la sopa, pero visto que ha llegado incluso a las hamburguesas, ya podemos esperar cualquier cosa.
Biscoff Lotus Biscoff | Crema para Untar | Crujiente | Sabor Original Caramelizado | Vegano | Sin Aromas ni Colorantes Artificiales | Tarro PET | 380g
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En DAP | Galletas de speculoos
En DAP | Panna cotta de speculoos