Si ponemos en una ecuación a surferos estadounidenses y craft beer seguramente la vista se nos vaya a la Costa Oeste americana. Sin embargo, una pequeña colección de expatriados han convertido Euskadi en una pequeña California y Hernani (Guipúzcoa) en la 'San Diego' de la cerveza artesanal española.
La 'criatura' se llama Basqueland y desde su apertura en 2015 ya se ha consolidado como una de las referencias en el mundo de las craft beer -no solo españolas, sino internacionales- llenando sus vitrinas a las afueras de Hernani de los premios que lo avalan.
El último, el premio a mejor cervecería artesana del mundo en el reciente Barcelona Beer Challenge. Un logro que no pilla por sorpresa a los entendidos del sector, pero que nos sirve para poner en antecedentes a una historia que tiene todo para convertirse en un premio Planeta.
San Diego y Nueva York; surferos en busca de la ola perfecta; una dosis de amor correspondido; Karlos Arguiñano y la necesidad de hacer una cerveza que estuviera a la altura de la comida que servía uno de los socios. El guion casi se cuenta solo.
El amor, el surf y Karlos Arguiñano
Casi se podría poner una banda sonora de The Beach Boys en esta aventura surfero-cervecera que comienza en 2002, cuando Ben Rozzi -uno de los fundadores- aterriza en Guipúzcoa para hacer surf. Con lo que no contaba era con que en 2005 el amor llamaría a su puerta, convenciéndole -ella, no el amor- para trasladarse en 2006 a vivir a Euskadi.
"Yo en Estados Unidos trabajaba para distribuidoras de alcohol como Diageo o el grupo LVMH", explica Ben por teléfono, encargado de la parte comercial de Basqueland. Cuando se trasladó a España, pusieron en él sus ojos desde la K5, la bodega de txakoli que Karlos Arguiñano tiene en Getaria con varios socios.
Ese es el nexo de unión con Kevin Patricio, chef y cofundador de Basqueland. "Conocí a Kevin en Nueva York porque yo vendía los vinos de Karlos en el restaurante de los suegros de Kevin", rememora Ben.
Con ese runrún detrás de la oreja, Ben, Kevin y un tercero en concordia (Ben Matz, el primer cervecero de la marca) pusieron en marcha Basqueland en 2015.
De hacer cerveza casi prestada a su propia fábrica
"Las primeras cervezas no las hicimos en el País Vasco porque era muy caro", comenta. "Es un sector que necesita mucho dinero para empezar, así que antes de invertir buscamos un lugar para hacer la prueba de la birra y luego vender esa cerveza y conseguir capital", explica.
Por eso, los primeros lotes de Basqueland se hicieron en Logroño. El éxito fue casi inmediato con un estilo de cerveza que emulaba a lo que el mercado americano ponía en el mapa.
IPA (indian pale ale), buenos lúpulos, buenas maltas y el beneplácito de los gurús de la cerveza artesana. "El primer año hicimos 150.000 litros y como el mercado local no estaba preparado para absorber la oferta, tuvimos que salir fuera", explica.
No es que Basqueland no sea profeta en su tierra. De hecho, está presente en la mayoría de bares alternativos y en muchos de los estrella Michelin de Euskadi, pero la explosión fue tan inesperada como repentina.
"Al exportarla, explicaba que estábamos haciendo una fábrica de cerveza artesana de San Diego, pero en Euskadi. Mismas recetas, maltas y lúpulos estadounidenses y mejor agua que en San Diego, eso sí", comenta con cierta socarronería.
"Son cervezas muy frescas, fáciles de beber y las empezamos a mandar como muestras a gentes de fuera porque estaban flipando con que algo así se hiciera en España", asegura.
La puerta grande londinense
"Pedí permiso para ir al London Craft Beer Festival [uno de los certámenes más aclamados del sector], pero me respondieron que ya estaban ocupados todos los stands", prosigue Rozzi.
"Les mandamos seis latas de Imparable [su primera cerveza] y a los dos días nos escribieron para que fuéramos porque teníamos un stand allí", rememora.
"La puerta de entrada en el mundo de las craft beers no es una cuestión de dinero"
Puede parecer el cuento de Cenicienta, pero la puerta de entrada en el sector de la craft beer no es una cuestión de dinero. "Es difícil conseguir que te inviten a los festivales grandes porque siempre van por invitación, no es pagar un fee por entrar", advierte.
"Ellos compran tu cerveza a un precio por litro más bajo de lo normal y luego te dan la oportunidad de servir allí tu cerveza. De ahí es donde sacas luego los contactos", explica.
La exportación, la tentación de las grandes marcas y la cocina
"Siempre hemos luchado por asociar cerveza con gastronomía porque a veces solo se piensa en beber una cerveza antes de comer, pero la idea es que pueda estar en una comida y maride bien", ilustra.
"Es verdad que nuestro volumen de ventas viene de bares de especialidad donde la gente que va a beber más que a comer, pero también una cerveza puede estar junto a un vino", considera.
Por eso y teniendo a Kevin Patricio al lado, tiene sentido que Basqueland, cuya fábrica está en un polígono industrial a las afueras de Hernani, se atreva con la cocina en un pequeño local en el barrio de Gros, en pleno Donosti.
"Montamos Izakaia para unir nuestro punto de venta en la mejor ciudad del mundo para la gastronomía y nuestros grifos de cerveza. No queríamos hacer más pintxos, sino buscar oportunidades no tan presentes en Euskadi como cocina asiática, china, noodles, ramen, wan tuns...", indica.
Como es lógico, viendo el boom de Basqueland, era necesario preguntar por los cantos de sirena de la gran industria. "Grandes marcas nos han venido a preguntar para hacer una cerveza para ellos, pero tenemos muy claro de que todo lo que queramos hacer será desde Basqueland", sintetiza.
"Puede que haya una Basqueland 2.0, con algo más grande, que se centre en hacer más lager, más Imparable o más Zumo [otro de sus hits], pero a una escala que nos permita llegar a más sitios", remata.
¿Dónde está el límite?
En apenas seis años, Basqueland ha conseguido varios premios nacionales a la mejor cervecera artesana de España y 2021 ha supuesto un espaldarazo final con el Barcelona Beer Challenge. Todo ello acompañado de unas obras de reforma para producir aún más cerveza.
"En 2021 vamos a terminar en 700.000 litros pero la obra que tenemos entre manos tendrá una capacidad para 1,3 millones, aunque en 2022 esperamos estar ya en 1,1 millones de litros", indica sobre el futuro.
Puede parecer una cantidad exagerada y que no suene a artesano. Si lo comparamos con una gran marca a nivel nacional, que produce más de 1.000 millones de litros anuales, la cosa cambia.
En cualquier caso, quieren que ese porvenir pase por lo local y el cliente vasco y español sepa lo que son las cervezas artesanas, las IPAS, el dry hopping, las DDH, las TDH y otro sinfín de términos detrás de este sector en auge.
"Podríamos vender mucho más fuera, pero siempre hemos pensado en Basqueland para vender aquí. Cuando el mercado no estaba maduro, teníamos que exportar, pero ahora queremos que la buena cerveza también se quede aquí", reconoce.
En términos totales, un 65% de sus ventas dependen del cliente nacional, mientras que el otro 35% se exporta, pero es optimista con el futuro de ese equilibrio y de una mayor importancia del consumidor patrio.
Coexistir es vivir
Basqueland entra a competir en un nicho cervecero, pero en ningún caso se muestran talibanes de la craft beer. "Se pueden combinar las cervezas artesanas y las industriales, evidentemente. Si tenemos a una cuadrilla que va a un bar, unos pueden beber IPAs y otros beber lager comerciales. Por nosotros no hay problema", explica.
Sin embargo, sus craft beer no solo presumen de contenido, sino de continente. "Nuestros lotes son más pequeños [de hecho, algunos apenas superan los 3.000 litros], así que podemos ofrecer más novedades, otro etiquetado, transmitir una imagen", opina.
En apenas seis años de vida, Basqueland Brewing ha producido más de 80 cervezas distintas, aunque la cifra tiene cierto truco.
Motivo por el que sus etiquetas dependen de Marcos Navarro, un diseñador local, que se ha encargado de dar vida a las más de 80 cervezas que Basqueland ha sacado al mercado en su historia.
Sí, 80, un dato que puede abrumar pero que enseguida aclara Ben Rozzi. "Muchas de ellas solo tienen una tirada, hacemos un depósito y ya está, porque son session o porque las hacemos con otra marca, o por otros motivos, pero es también el encanto de la cerveza artesana", indica.
Cómo adentrarse en el mundo de las IPA
En Basqueland reconocen que el nicho de las cervezas artesanas también ha dado pie a ciertas locuras. "Sí, hay ejemplos de cervezas que se han ido a extremos de hacerlas muy lupuladas o muy amargas, pero el sector ya se ha encauzado", cree Ben.
Se ha dejado atrás la moda de marcas los IBU (un factor que informa del grado de amargor de la cerveza), por ejemplo, pero siempre vamos a estar ante cervezas distintas.
Nuestras bases son las pale ale, que no tienen mucho alcohol y no tanto lúpulo. En Basqueland, empezaría por Aupa, que es la gama de entrada. Quizá también por Arraun, que son las más suaves.
Además, explica que son las que tienen menos cantidad de dry hopping (la adición de lúpulos tras la fermentación con la finalidad de obtener más aroma).
De ahí, el salto natural en esta cerveza con orígenes vascoamericanos está claro. "Iría después a Imparable, que es nuestra West Coast de referencia. "Es fresca, tiene cuerpo, un sabor frutal y un gran protagonismo de lúpulo en boca y en aroma", indica.
Si no nos vemos tan bravos, recomienda el matiz de la Zumo. "Es parecida porque es una HAZY IPA [más turbia, no tan amarga y más presencia de cereal] que es una cerveza estilo East Coast", aclara.
Aunque una vez que se entra en su tap room, solo el cielo es el límite para descubrir el universo Basqueland.
Imágenes | Basqueland / Tob Strategy
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