Nuestra sociedad ha perdido el norte, se nos ha ido la olla. En algún momento que no consigo definir con claridad el capitalismo se nos fue de las manos y ahora nos parece normal algo tan descabellado como la locura de los espárragos voladores, que aunque no es la única, ejemplifica muy bien el absurdo al que hemos llegado. Voy a explicarme:
Hace tiempo que mi madre me comentó, sorprendida y parcialmente horrorizada, que el manojo de espárragos verdes que había comprado venía ni más ni menos que de Perú, que así a ojo está a 9500 kilómetros de España, y en la costa oeste de Sudamérica, para más inri. Estuvimos un rato divagando sobré cómo se las ingeniarían para que un producto fresco, tan delicado y perecedero como el espárrago, llegara en buen estado hasta la tienda y, no menos importante, lo hiciera a un precio competitivo.
La cosa se quedó ahí y, aunque en ese momento pensé en escribir sobre el asunto, no lo hice. Sin embargo, el otro día mi madre sacó de nuevo el tema con un dato que la terminaba de horrorizar: sus espárragos volaban en avión desde Perú.
“¿Pero cómo van a venir en avión? Anda enséñame la etiqueta que aún no te has adaptado bien a las progresivas” fueron las primeras palabras que salieron de mi boca, que luego tuve que tragarme con una pizca de sal porque, efectivamente, sus espárragos viajaban en avión refrigerado para llegar frescos y lozanos hasta el estante de su verdulería.
Investigando un poco he descubierto que esto no es cosa de ayer, que se lleva haciendo desde 1994, aunque la exportación no despegó hasta principios del nuevo milenio. En los últimos años la cosa se ha disparado, si bien el valor del producto (que no la calidad) ha decaído debido a la mayor oferta.
Sea como fuere, lo que me pregunto es cómo de alienado está el mundo para que los espárragos que compre en Valencia se cultiven en la otra punta del planeta y tengan que venir en un avión refrigerado —con lo que conlleva no tener que romper la cadena del frío y lo que gasta y contamina un avión— cuando además en nuestro país se cultiva muy buen espárrago.
La respuesta es tan sencilla como triste: porque es más barato. Igual que miles de mercancías que cruzan el globo en barcos cargueros (espárragos en lata incluídos) porque es más económico traer las cosas de los países con mano de obra más barata que fabricar o cultivar las cosas aquí.
Claro que en el fondo la culpa es nuestra, porque los compramos. Aunque es difícil resistirte cuando el sueldo te viene justo y ese espárrago te parece igual al de al lado (aunque no lo sea), o está disponible fuera de temporada, por muy absurdo que sea cultivar frutas y verduras a miles de kilómetros de nuestras casas.
Foto | Matt Hintsa en Flickr
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