Cómo siempre que algo nuevo despierta mi curiosidad intento investigar algo sobre el producto en cuestión y sobre su historia, sobre los macarons he podido averiguar un par de cosas.
El macaron es un pastelillo redondo, crujiente por fuera y blando por dentro, hecho con una pasta de almendras trituradas, azúcar y claras de huevo. Se presentan normalmente pegados de dos en dos mediante una pasta consistente.
Se suelen aromatizar con vainilla, café, chocolate, pistachos, avellanas y fresas tradicionalmente, aunque hoy es corriente que cada una las pastelerías especializadas ensayen e innoven constantemente con infinidad de aromas y sabores, tanto en la masa del macaron como en la del relleno, rosas, azahar, canela, azafrán, limón, etc.
Como todo casi lo que es exquisito, tiene distintas historias sobre su origen, y aunque pueda parecer que es francés, por la cantidad de ciudades de Francia que han hecho de los macarons su especialidad, se cree que en realidad la receta proviene de Venecia en Italia, durante el renacimiento y que el nombre deriva de la palabra maccherone “pasta fina“. Aunque los que creen que es francés defienden que ya se cocinaban en un monasterio cerca de la ciudad de Cormery, hacia el año 791. Pero lo que si sabemos seguro es que en el siglo XVII los hicieron muy famosos un par de monjitas carmelitas en la ciudad de Nancy.
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