Uno de los mejores aderezos que podemos tener siempre en la despensa es esa cebolla frita que añade un toque crujiente delicioso a multitud de platos. A pesar de que ya se encuentra en cualquier supermercado y no suele ser un producto caro, merece la pena hacerla en casa, sobre todo con esta técnica sencilla usando solo el microondas.
Que nadie se lleve a engaño: si sale tan riquísima es porque está frita. No hay más misterio. La grasa del aceite cocina la aromática cebolla hasta caramelizar sus azúcares, extrae su humedad y potencia sus sabores, dejando esa textura crujiente que, combinada con la reacción de Maillard, nos regala un aderezo o picoteo tan simple como delicioso. Es el mismo secreto de los adictivos aros de cebolla caseros, que nos quedarán crujientes y ligeros si los cocinamos bien.
Pero no hace falta complicarse la vida haciendo una fritura como tal; el microondas también permite cocinar fritos, o platos muy similares, en tiempo récord. Dependiendo de nuestra destreza con el cuchillo a la hora de cortar las cebollas, no tardaremos mucho más de 20 minutos.
Hemos seguido las indicaciones de Lawman Johnson, que aconseja utilizar chalotas, y nosotros apoyamos esa recomendación. La chalota es mucho más dulzona, se corta más fácilmente y tiene un aroma más fragante y agradable para lograr un aderezo crujiente mucho más rico. Solo necesitamos, pues, tres ingredientes básicos, y uno de ellos es opcional.
Pelar las chalotas y cortar los extremos. Cortar longitudinalmente en dos mitades, de tal forma que se puedan cortar en tiras o láminas con más facilidad, al mantener la parte plana apoyada firmemente sobre la tabla.
Con un buen cuchillo afilado de tipo chef o de cortar verduras, cortar cada media chalota finamente. Cuanto más fina, más rápido se cocinará y más fina quedará, pero habrá que tener más cuidado para que no se queme.
Depositar toda la chalota cortada en un recipiente amplio apto para el microondas, como un bol de vidrio grueso. Mezclar con las manos suavemente para separar las piezas que hayan quedado adheridas entre sí, y añadir el aceite, removiendo suavemente.
Preparar un plato o fuente cubierto con dos o tres hojas de papel de cocina, y una espumadera o cuchara con pequeños agujeros.
Calentar en el microondas a máxima potencia durante cuatro minutos. Sacar con cuidado usando guantes, remover y volver a introducir en el aparato. Calentar dos minutos más a máxima potencia y sacar de nuevo con más cuidado aún.
Remover y comprobar el punto de cocción según el tono de dorado. Si ya están bastante tostadas, pero aún algo pálidas y blandas, volver a calentar en intervalos de 30 segundos, removiendo cada vez. Deben quedar con un tono tostado pero justo antes de ponerse demasiado oscuras o churruscadas.
Sacar la cebolla, que aún estará algo blanda al salir muy caliente del aceite, con la espumadera, y depositar en el papel de cocina, sin amontonarla demasiado para tenga espacio para escurrir y enfriarse. Aún en caliente, salar al gusto, para que se quede la sal adherida.
Consejos y recomendaciones
Las indicaciones que damos en la receta hay que tomarlas un poco como punto de partida orientativo, pues no todos los microondas tienen la misma potencia, ni todos cortamos la cebolla del mismo grosor. Johson, por ejemplo, daba sus indicaciones partiendo de una cocción inicial de cinco minutos, seguida de otros dos minutos más, pero en nuestro caso salió churruscada de más.
Si se te quema la primera tanda será fácil corregir los tiempos y verás más fácilmente en qué punto está ya lista la cebolla para sacarla del aceite. Recuerda que se quedará más crujiente al enfriarse y escurrir la grasa en el papel.
El aceite de oliva utilizado habrá quedado con un estupendo aroma a chalota que podemos filtrar con un colador fino y guardar para hacer vinagretas, sopas y cremas frías, condimentar pastas o pizzas, etc.
La cebolla frita se puede conservar bien unos tres o cuatro días en un recipiente hermético, en un lugar sin humedades, mejor colocando una hoja de papel de cocina en la base, o usando un recipiente con envasado al vacío.
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Con qué acompañar la cebolla frita crujiente
El uso más clásico de la cebolla frita es acompañar perritos calientes, algo que hemos importado de Estados Unidos, pero también es un aderezo popular en hamurguesas y todo tipo de bocadillos y sándwiches, que siempre agradecen un contraste de texturas crujientes.
Igualmente es estupenda para enriquecer cualquier ensalada, como la famosa Louisiana de la cadena VIPS, platos de pasta, también pizzas justo antes de servir o platos de cuchara. Aporta un sabor y textura crujiente fantástico en gazpachos y salmorejos, huevos y tortillas, cremas de verduras calientes en invierno, tostas o patés y dips untables, como el hummus.
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