El riego de las plantas puede parecer un gesto de lo más evidente, pero hacerlo como un verdadero profesional no es una tarea obvia y pasa por tener en cuenta algunos aspectos concretos.
Esto es así para evitar causarle daños a las hojas provocándoles enfermedades relacionadas con la presencia y persistencia de la humedad.
También, hay que tomarse el riego muy en serio para evitar que, por ejemplo, el sustrato se vacíe y se pierdan parte de los nutrientes que con tanto celo deben guardar las plantas.
Ritual básico
Para empezar, el ritual básico de riego exige que la tierra se haya secado entre riego y riego. Esta medida garantizará que la humedad no sea un problema y evitará la proliferación de plagas.
La segunda regla de oro es la necesidad de regar de forma abundante, pero sim encharchar. Es decir, hay que asegurar que el agua fluya y atraviese la maceta, pero que no se estanque en ella. Hay que asegurarse de que el agua queda totalmente drenada y se marcha.
No mojar las flores ni hojas
A diferencia de las raíces, las flores y las hojas no están preparadas para estar en contacto con el agua de forma constante.
Aunque naturalmente se mojen por efecto de la lluvia, no es lo mismo someterlas constantemente a chorros de agua, pues pueden contraer enfermedades relacionadas con la humedad.
Foto | Cottonbro studio/Pexels
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