Siempre se ha dicho aquello de 'no todo el monte es orégano' para referirnos a tareas en las que no todo es tan fácil como parece. Más allá de la sabiduría popular, hay una realidad evidente: no todo el monte es orégano y cada vez lo es menos.
Buena parte de la culpa de que los montes comunales en los que abunda el Origanum vulgare, que es el nombre científico que recibe este arbusto perenne y muy común en España, pero también otras áreas del Mediterráneo como Francia, Grecia o Italia, es cómo se recolecta.
De arraigo fácil, con preferencia de zonas de cierta solana pero sin llegar a ser demasiado intenso, el orégano suele encontrar espacio con facilidad entre otras aromáticas como el romero o el espliego, tanto en bosques de hoja perenne con cierta dispersión arbórea como, sobre todo, en aquellos caducifolios, especialmente con robledales.
Si bien es cierto que no gusta de ambientes especialmente húmedos, sí necesita ciertas condiciones de agua para arraigar bien. El problema, como siempre que hablamos de plantas silvestres, está en la tropelías que solemos hacer cuando nos encontramos con una buena mata de orégano y nos puede el ansia de llevarnos a casa tal preciado recuerdo.
La cacicada en cuestión, si se hace mal o a destiempo, puede cargarse la planta por completo. No solo en esa temporada, sino también a futuro. De ahí que digamos e insistamos en que no todo el monte es orégano.
En este sentido es donde debemos insistir en un factor clave, que en julio es diferencial: la floración del orégano. Dejemos de pensar como urbanitas y creamos que todas las plantas florecen en primavera, pues no es así.
De hecho, el orégano es una planta relativamente tardía en su floración, que acontece entre mediados de julio y mediados-finales de agosto. Esto es la regla general. Hay zonas donde lo hace antes o lo hace después, pero en la meseta, que es donde más abunda, suele presentarse entre esas quincenas.
La cuestión es que hay dos hechos que debemos tener en cuenta antes de recolectar orégano salvaje. La primera es que conviene que no cortemos nunca orégano antes de florecer, pues vamos a impedir que mantenga su ciclo vital.
La segunda, al menos respecto a tiempos, es que esperemos a que ya haya perdido la flor para recogerlo y así tengamos la certeza de que vamos a asegurar su continuidad en nuestros campos.
El tercer factor es cómo cortarlo: lo más práctico, sensato y lógico es que cortemos la rama del orégano desde lo más abajo posible. ¿Por qué? Pues porque si solo cortamos el ramillete, la planta va a seguir secretando savia e intentando fortalecer una ramita que ya no va a dar flores ni hojas esta temporada.
Por eso, lo mejor es cortar con navaja o tijera la ramita, casi a ras, y nunca –esto es importante–, nunca arrancando de cuajo ni la planta ni la rama, porque nos la cargaremos. Así que ya lo sabéis si queréis que todo el monte o, al menos una parte, sigan siendo orégano.
Aparte, como en tantas otras aromáticas, conviene que el secado sea en zonas ventiladas, secas y oscuras para luego ya desgranar las hojas del orégano.
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