La versatilidad del calabacín convierte a esta hortaliza en una gran aliada de la cocina por su gran recorrido en múltiples recetas.
Este cultivo de verano es estupendo para añadir a arroces, acompañar, carnes y pescados, degustar, salteado junto a otras verduras, o simplemente como protagonista de platos monotemáticos.
Para mayor facilidad, se trata de un cultivo realmente sencillo y muy agradecido, aunque para tener calabacines hace falta bastante espacio puesto que su planta es enormemente aparatosa y, para más inri, ligeramente punzante.
Sus conocidas flores, que resultan bonitas, también han sido probadas en gastronomía en elaboraciones con tempura, así que de esta planta también puede aprovecharse esta parte concreta.
Para cultivar el calabacín hay que ponerse las pilas en primavera, y una forma muy sencilla de hacerlo es empezar desde semilla manteniendo este elemento bajo tierra, húmedo y sin luz solar directa.
Otra fórmula muy fácil es comprar planteles en los centros de jardinería, pues su coste es muy bajo, y con ello ganaremos unas semanas de tiempo en las que la planta ya habrá crecido lo suficiente como para trasplantarla al huerto.
Con una mata considerable
Esta planta, como se ha indicado previamente, necesita suficiente espacio para que su mata se desarrolle, de manera que como mínimo habrá que dejar 1 metro y medio entre planta y planta.
El riego que necesitará será más exigente conforme aumenten las temperaturas y variará en función de la cantidad de lluvias, pero una medida muy acertada será cada dos días en época de calor y dos veces por semana durante la primavera.
Con estos cuidados, la planta del calabacín, empezará a echar flores y frutos y solamente habrá que cosecharlos y degustarlos para que llenen nuestros platos de placer.
Foto | Freepik y Karolina Grabowska/Pexels.
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