De belleza rústica, el romero es una de las plantas más comunes en estado salvaje en nuestras latitudes, pero su supervivencia no es tan evidente como pueda parecer.
Esta planta es, a priori, una sencilla manera de adornar nuestros jardines con un toque mediterráneo, pero sucede en muchas ocasiones que se seca y deja de lucir perfecta.
Esta tendencia a adoptar este modo puede, sin embargo, evitarse con una serie de hábitos y costumbres en cuanto a sus cuidados.
No a la humedad
La principal razón por la que esta planta se seca es porque adora los suelos secos como los que encuentra en la cuenca del Mediterráneo: secarrales en los que la lluvia escasea en las épocas de calor.
Esto hace que enseguida que empieza a tener un exceso de humedad deje de estar en plena forma y se resienta de ello, mostrándonos su lado menos amable y dando una apariencia de sequedad.
Por esto, es importante dejar que la tierra se seque entre riego y riego, si es preciso introduciendo un palillo alargado para comprobar que así sea.
Además, hay que evitar que se acumule el agua dentro de la maceta, por lo que otra idea es hacer agujeros extra de drenaje en esta, ayudando al agua a evacuar.
También, de encontrarse plantada en el suelo, hay que asegurarle cierta pendiente para que el agua se evacúe lo más deprisa posible para no infectarla de hongos ni otras enfermedades.
Sol y más sol
En segundo lugar, aparte del riego, otro elemento esencial es la exposición solar: no basta con recibir luz de la ventana, sino que es importante un aporte de horas de luz solar directa.
Solo con estos consejos la planta tendrá todo aquello que necesita y durará mucho tiempo en la ubicación elegida.
En cuanto a la aceleración de su crecimiento, hay que saber que el romero no necesita poda, pero si está muy tupido, es importante despejar ligeramente sus hojas, eliminándolas, para incentivar la producción.
Foto | Lachlan Ross
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