El invierno es una de las épocas más complicadas para mantener, al menos en España, plantas de interior. Quizá, con la salvedad de ciertos momentos del verano, es el momento más crítico para buena parte de la jardinería doméstica.
Se juntan pocas horas de luz natural, sumadas a la presencia de temperaturas habitualmente bajas en espacios abiertos y, al mismo tiempo, condiciones de humedad ambiental también bajo mínimos.
El uso de las calefacciones reseca los espacios cerrados, pero, además, es habitual que también la humedad ambiental en espacios abiertos no sea muy elevada, salvo en lugares donde llueve bastante.
Todo ello hace que las plantas de casa, sean de interior o exterior, se las vean y desean para sobrevivir durante esta temporada y, curiosamente, hay un detalle más con las que podemos estar cavando su tumba.
Y eso que el gesto es de lo más inofensivo. Lo curioso, como vamos a ver, es que muchas veces le vamos a hacer un flaco favor a nuestras plantas en cuestión, a pesar de que pudiera parecer una buena idea.
Para ello, debemos tener claro cómo 'funciona' cualquier tipo de organismo vegetal, habido y por haber, y que con sus diferencias entre especies permanece estándar para cualquier tipo de miembro del reino vegetal.
Da igual que hables de un pino piñonero; de un rosal; de un lirio; de una planta de albahaca; de una encina; de un geranio; de una peonia… Nada va a cambiar en ellos ni en su particular forma de alimentarse.
Razón por la que a nuestras queridas plantas les importa poco o nada que pulverices agua sobre sus hojas. Este gesto, que parece muy romántico y práctico para mantenerlas hidratarlas, puede ser su auténtica perdición.
Más aún en invierno donde, insistimos, las condiciones climatológicas en interior pueden ser terribles para ellas: baja humedad ambiental y temperaturas elevadas por uso de calefacciones.
¿Qué sucede cuando pulverizamos agua sobre las hojas, creyendo que las refrescamos? Pues todo lo contrario: nos arriesgamos a su pudrición, ya que el calor del hogar 'recuece' las hojas, haciendo que se puedan poner mustias y que se pudran.
Lo que sucede con el agua pulverizada, si no se evapora rápidamente, es que se condense el agua en las hojas, propiciando el desarrollo de hongos, mohos o manchas.
También sucede que le generamos estrés térmico a las hojas, ya que el aire es seco y las temperaturas altas y, repentinamente, aumentamos la humedad de las hojas con agua fría, a pesar de haberse acostumbrado a condiciones más secas.
Por eso, la única forma realmente práctica de cuidar tus plantas domésticas en invierno es regar su tierra, que es donde van a estar sus raíces y de donde se van a extraer los nutrientes que la planta viva y luzca bien, y no en sus hojas, que sirven para realizar la fotosíntesis, pero no para captar nutrientes por mucho que las humedezcas.
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