No vamos a negar que de todas las decepciones a las que podemos llegar con verduras y hortalizas cuando no es temporada, la del tomate suele ser la más acusada. Tomates sin sabor, pero ya con colores rojos que invitan a pegarle un bocado son una tónica general.
A veces, incluso, lo que nos encontramos es ese sabor ligeramente ácido, producto de un tomate inmaduro, que en verdad debería trasladarnos a un mundo dulce y jugoso.
Además, el uso de un tomate maduro cambia por completo el resultado de la mayoría de platos, ya que no hablamos solo de ensaladas. Salsas tan básicas como una salsa de tomate, una boloñesa o una napolitana piden tomates bien maduros, para así evitar luego tener que corregir la acidez con azúcar añadido.
Presentes en nuestros mercados todo el año, bien sean por la exportación, por la afluencia de tomate de invernadero o por encontrar tomates españoles a los que el clima bendice —los canarios, principalmente—, sí es cierto que rara vez los tomates de invierno emulan al tomate de temporada.
Finales de verano y primeros de otoño son los mejores momentos para disfrutar del tomate en su plenitud, pero eso no significa que en otras épocas del año podamos comer tomates más o menos decentes.
Pasa a menudo con los tomates que además compramos ligeramente verdes, que suelen ser los que nos ofrece la gran distribución y el mercado, pues permite más cosechas y, sobre todo, es menos exigente en traslados y transportes.
Lo contrario, un tomate en su punto óptimo, supone un tomate más tierno, dulce y también más delicado, por lo que los aplastamientos o magulladuras son bastante más frecuentes y al punto de venta le suponen un quebradero de cabeza.
Sin embargo, no hay por qué resistirse a comer tomates decentes fuera de temporada —dentro de un límite— por comprarlos algo más verdes, sobre todo cuando somos pocos en casa, pero compramos cantidades grandes que nos permitan ir madurando a nuestro antojo.
Cómo acelerar la maduración de un tomate verde
Antes de abrir la veda de cómo madurar un tomate en casa hemos de saber que se trata de un fruto climatérico, es decir, sigue madurando una vez que está recolectado. Esta característica también la tienen los melocotones, los albaricoques, las peras, las manzanas, los aguacates, los plátanos, los higos y otra buena cantidad de frutas.
Lo que sucede en la industria es que los tomates se recogen más verdes de la cuenta, sometiéndose en cámaras a la exposición de etileno (un gas que acelera esta maduración) y consiguiendo que el tomate sea más rojo de la cuenta.
El problema está en que las virtudes gastronómicas del tomate (dulzor, principalmente) las consiguen cuando están en la mata y se recogen en su punto óptimo de maduración, no por la exposición a este gas que favorece el rompimiento del color, pero no mejora sustancialmente el sabor del tomate.
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Eso no quiere decir que no lo haga ligeramente mejor, pues el etileno permite que un tomate casi completamente verde esté un poco más maduro y sabroso de lo que estaría, así que podemos replicar estas condiciones en casa.
Lo único que hay que hacer cuando tengamos tomates inmaduros es meterlos en un tupper o envase que tenga un cierre hermético y favorecer que el etileno —que las frutas y frutos desprenden de manera natural— vaya haciendo efecto.
Bastan uno o dos días a temperatura ambiente (entre 15º y 20º) en el tupper para conseguir que un tomate casi maduro acabe siendo un tomate maduro y podamos obtener parte de su sabor. No todo, pues la perfección del tomate —insistimos— se alcanza cuando se arranca de la mata en su momento óptimo, pero al menos nos permite comer un tomate más digno que recién comprado.
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