La despensa y el congelador son nuestros grandes amigos cuando no podemos acceder con tanta facilidad a productos frescos. Quizá demasiado acostumbrados a ese acceso inmediato a casi cualquier ingrediente, el confinamiento en casa nos ha recordado a muchos lo importante que es invertir en productos de larga conservación.
Nos encantan las conservas, pero hay que reconocer que no todas las verduras saben igual en su versión de bote o lata. Por eso merece la pena reivindicar la calidad y versatilidad de los congelados, por ejemplo para improvisar un buen plato de pasta, también en su versión de ensalada. Solo hay que saber adaptarse un poco a las circunstancias.
Ya comentamos en nuestra guía que, en cuestión de ensaladas de pasta, menos es más. Esta regla no escrita nos viene de perlas en tiempos complicados en los que limitamos nuestras salidas para hacer la compra, y tenemos que estirar al máximo los víveres de casa. Hay que ponerse creativos, sin volverse tampoco muy locos.
Existen miles de formas válidas para preparar una ensalada y no siempre tenemos que recurrir a ingredientes vegetales frescos. Si queremos que haya sobras, será de hecho mejor utilizar verduras y hortalizas cocinadas, menos proclives a estropearse con el paso de las horas en la nevera.
Aquí es cuando los congelados entran en acción: cualquier vegetal puede convertirse en la estrella de una ensalada de pasta si la cocinamos bien. Porque esa es la clave que se esconde detrás de la mala fama de las verduras congeladas, a menudo convertidas en platos mustios, sin textura ni sabor. El problema es que las cocemos de más.
Del congelador al horno (o la plancha)
Olvida la idea de descongelar previamente las verduras. Tampoco tienen que pasar necesariamente por una olla de agua hirviendo. En esta elaboración lo único que tiene que pasar por la cocción adecuada es la pasta. El primer paso será recurrir al horno.
La alta temperatura del horno evita verduras correosas
No nos cansaremos de defender este electrodoméstico como el mejor aliado para cocinar unas verduras deliciosas, la forma más sencilla y sabrosa de disfrutar del mejor sabor y la textura más irresistible. También es muy saludable, si no nos pasamos de tiempo, pues los nutrientes no se pierden en el agua.
Lo mejor de todo es que las verduras se pueden cocinar directamente pasándolas del congelador al horno, una vez este ha alcanzado la temperatura adecuada. Para ello, empieza precalentándolo a gran potencia, entre 220º C y 240º C, colocando la rejilla en el centro.
Para conseguir un resultado óptimo podemos además precalentar la bandeja o fuente donde vayamos a cocinarlas, como se recomienda hacer con la piedra de hornear pizza o pan. Si el riesgo de quemaduras nos echa para atrás, podemos omitir este paso, aunque es altamente recomendable.
¿Por qué tanta temperatura? Como bien explica el especialista gastronómico Joe Yonan, buscamos un gran choque térmico que evapore por completo, casi al instante, el agua que tienen las verduras congeladas. Así nos deshacemos de toda la humedad, evitando que se cuezan en líquido y que queden blandurrias.
Es importante no amontonar las verduras en el horno
Otro punto clave a tener en cuenta es la superficie de la bandeja o fuente en relación con la cantidad de verduras que vamos a cocinar. Hay que procurar que tengan el espacio suficiente para poder extenderlas en una sola capa, sin apelotonarlas; necesitamos que el aire circule entre las diferentes piezas para que se cocinen de manera homogénea.
Si al sacarlas de su bolsa el hielo ha formado bloques, podemos separarlos manualmente o con ayuda de una cuchara de madera antes de volcarlas sobre la bandeja, depositándolas brevemente sobre un plato u otra fuente.
Una vez precalentado el horno con la bandeja dentro, podemos extraerla aprovechando los raíles telescópicos, o sacándola con cuidado -y con manoplas- para dejarla sobre una superficie que no se dañe con el calor. Rápidamente repartimos las verduras congeladas, salpimentamos, aderezamos con aceite de oliva, y de vuelta al horno.
Aunque dependerá un poco de cada verdura y su tamaño, estarán listas en unos 20 minutos, siendo aconsejable removerlas un poco a mitad del tiempo de horneado, o girar la bandeja. No hay que perderlas de vista: pueden quemarse rápidamente. Buscamos partes tostadas, no carbonizadas, y una textura algo firme y crujiente. Mientras se enfrían fuera del horno, podemos cocer la pasta.
En el caso de que no podamos o no nos apetezca usar el horno, podemos imitar el mismo efecto cocinándolas a la plancha, siempre que sea de buena calidad y con recubrimiento antiadherente. Es fundamental que haya alcanzado una alta temperatura y que toda la superficie reciba calor por igual.
¿Qué verduras congeladas podemos utilizar?
Aquí no hay muchas normas al respecto: cualquier verdura que nos guste es perfectamente válida para llevar del congelador a nuestra ensalada de pasta. Hablamos, por supuesto, de producto congelado en crudo, no de precocidanos o ultraprocesados.
La industria alimentaria nos proporciona una gran variedad de verduras y hortalizas perfectamente preparadas y ultracongeladas, totalmente seguras, saludables y muy cómodas de utilizar. La congelación industrial, además, es más recomendable que la casera, pues se realiza con temperaturas mucho más bajas, en atmósferas controladas y a gran velocidad, manteniendo mucho mejor la calidad de los ingredientes.
Brócoli, coliflor, coles de bruselas, zanahoria, calabaza, boniato, guisantes, judías verdes, puerro, maíz, espárragos, ajetes, alcachofas, setas y champiñones, tirabeques... Lo más cómodo y fácil es apostar por variedades congeladas ya en porciones listas para usar, por ejemplo, el maíz en grano, la calabaza en dados o las alcachofas en cuartos.
Si queremos combinar varios tipos en la misma receta, es aconsejable usar dos bandejas distintas y controlar muy bien el tiempo de cada ingrediente. Aunque depende del gusto, la idea es mantener cierta firmeza en las verduras, o jugar con la textura de los demás componentes de la ensalada.
También podemos usar nuestras verduras congeladas en casa. Si en su momento las preparamos bien, nos darán excelentes resultados.
Recetas de ensaladas de pasta para poner en práctica
Con todo lo anterior presente, podemos empezar a dar salida a esas verduras que tenemos en el congelador adaptando sobre la marcha casi cualquier receta de ensalada de pasta, fría o templada.
Hablamos de ensaladas porque nos permiten dejar la verdura lista mientras cocinamos la pasta al dente sin miedo a que se enfríe, y porque es lo más cómodo para dejar listo con antelación y tener sobras que aprovechar. Pero, por supuesto, se puede aplicar a un plato para comerlo caliente. O podríamos cambiar la pasta por otro hidrato equivalente: arroz, cuscús, quinoa, espelta en grano... también legumbres o patata.
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Fotos | iStock - Marco Verch - lizzardo
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