Por mucho que nos encante nuestro tradicional y saludable pan con tomate y aceite de oliva, en DAP también somos firmes defensores de la mantequilla. De la buena mantequilla, consumida con su debida moderación y disfrutándola como se merece. Tratar de untarla cuando está dura como una piedra por culpa del frío de la nevera no suele ser la mejor opción.
Quien dice en las tostadas dice también en una rebanada de pan de hogaza con la miga tierna, un pan crujiente fino tipo knackebröd -el llamado "pan Wasa"-, o de centeno denso y compacto. Por no hablar de los panes enriquecidos, como el brioche, el bollo suizo o tipo pan de leche. Y qué decir del drama de ir a untar un croissant con mantequilla y que el lácteo esté tan frío que nos destroza el delicado hojaldrado de la masa francesa.
Este problema tiene una fácil solución: guardar la mantequilla fuera de la nevera.
Sí, se puede conservar la mantequilla a temperatura ambiente
A diferencia de la leche, que se estropea rápidamente sin refrigerar, durante siglos y siglos la mantequilla se ha conservado en el hogar antes de que se inventara la nevera.
La refrigeración alarga su conservación, pero no es necesario guardarla en el frigorífico. Su contenido en grasa es tan elevado y tiene tan poca agua que dificulta el desarrollo de bacterias y otros microorganismos, responsables de que se estropeen los alimentos. Por eso tampoco el aceite vegetal necesita guardarse en la nevera.
El servicio de seguridad alimentaria del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés), de hecho, no advierte sobre los supuestos peligros de no refrigerar la mantequilla, simplemente menciona que puede ponerse rancia al cabo de unos días. Es decir, pueden estropearse sus cualidades organolépticas, pero no supone un riesgo sanitario.
Cómo conservar la mantequilla fuera de la nevera
Que no sea peligroso no quiere decir que podamos dejar la mantequilla a lo loco de cualquier manera sobre la encimera de la cocina. Para eso se inventaron las mantequilleras o mantequeras.
Estos pequeños artilugios permiten conservar mucho mejor la grasa láctea, retrasando esa pérdida de calidad y manteniendo su sabor y aroma a salvo durante más jornadas, y también protegiéndola del posible exceso de calor externo. Asimismo, evitará que la mantequilla coja polvo o suciedad del ambiente, y estará a salvo de insectos o animales curiosos.
Lo ideal es escoger un modelo de materiales sólidos, cierre hermético y que proteja la mantequilla de la luz solar, permitiendo también servir y cortar directamente desde su bandeja, ahorrándonos así tener que usar otro utensilio para llevarla a la mesa. Si es bonita, incluso dará un toque decorativo a la cocina o comedor.
Hay que procurar mantener la mantequillera en un lugar fresco de la cocina, lejos de fuentes de calor y de la luz directa del sol, también alejada de olores fuertes o agresivos. Y elegir un tamaño acorde con nuestro consumo, pues, a pesar de todo, es aconsejable que no tengamos el mismo bloque de mantequilla sin refrigerar demasiados días.
¿Cuánto tiempo se puede mantener fuera de la nevera? Depende de la calidad de la mantequilla, de dónde vivamos y de la época del año. Es cuestión de probar y juzgar por uno mismo; la mantequilla que se estropea tendrá un sabor raro, con gusto rancio o algo ácido. Como apunte añadido, la mantequilla salada aguanta bien más días -y está mucho más rica-.
Para alargar aún más su vida útil, puedes envolverla en film alimentario, silicona o papel de cera de abeja, pero nunca uses papel de aluminio, ya que podría acelerar la oxidación.
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Las excepciones
Si consumes poca mantequilla en casa o solo la utilizas para cocinar u hornear, no merece la pena que te arriesgues a que se ponga rancia dejándola fuera de la nevera, salvo que acabes de comprarla y pienses usarla pronto.
Hay recetas que piden emplear mantequilla fría o muy fría, como las masas hojaldradas; en ese caso, obviamente, consérvala bien refrigerada y no la saques hasta el último momento. También nos gusta servir lascas frías, como si fuera queso, para aderezar aperitivos como las tostas de anchoa y hojaldre.
Y si vives en una zona como Murcia o Sevilla, donde en pleno verano -y cada vez antes- la temperatura ambiente de la cocina puede alcanzar cifras extremadamente calurosas, ya no es tan buena idea tener la mantequilla fuera del frigorífico. Una cosa es que esté tierna y cremosa, y otra que se convierta en papilla.
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