El Burgo de Osma es un pueblo de Soria bastante turístico, famoso por su catedral, sus torreznos y sus jornadas de la matanza. Pero, aunque pensemos que todo en Soria gira en torno al cerdo, en realidad la industria agroalimentaria más importante de la zona es, de largo, la de las manzanas.
A solo 7 km de El Burgo, en la pequeñísima localidad de La Rasa, se extiende la mayor plantación de manzanas de Europa, una de las más punteras del mundo. Hablamos de una superficie de 750 hectáreas, en las que este año se han recolectado 36 millones de kilos de manzana: es en torno al 8% de toda la producción de España.
La plantación pertenece al grupo hortofrutícola catalán Nufri, que adquirió la finca en el año 2009, por las buenas condiciones climáticas que se dan en la zona para el cultivo de la manzana.
“Es un sitio donde el clima es extremo”, explica a DAP Mercè Gomà Calvo, responsable de marketing de la compañía. “A la manzana eso le encanta, lo que quiere es una diferencia térmica entre el día y la noche y, aunque a veces nos cueste salvarlas, tiene mucho más azúcar y más acidez. No hay manzana más dura que la nuestra”.
De Lérida a Soria
El sur de la provincia de Lérida, de donde es oriunda Gomà, ha sido tradicionalmente la zona más importante de España para el cultivo de manzanas. Pero el cambio climático está haciendo estragos en las plantaciones.
“Yo me acuerdo cuando era pequeña que para la castañada, para Todos los Santos, íbamos en anorak y hacía niebla que no veías nada”, apunta nuestra anfitriona. “Ahora tenemos muchísimas noches tropicales durante el verano. ¿Qué pasa? Pues que estas noches tropicales hacen que la manzana no tenga tanta dureza, que le falten azúcares o color en las variedades rojas o bicolores, etcétera, etcétera”.
Hay variedades que se siguen cultivando con solvencia en Lérida, donde Nufri mantiene otras grandes plantaciones, pero en Soria se pueden cultivar otro tipo de manzanas, muy demandadas por el consumidor, que pueden mirar cara a cara –y superar, incluso– a las que vienen de los Pirineos franceses y los Alpes italianos.
“[La plantación] se construyó un poquito para frenar la importación”, explica Gomá. Y es que el 40% de la manzana que consumimos en España viene de fuera. “Una vez llegamos aquí estábamos convencidos de que podíamos hacer una manzana de igual calidad o superior que la que se estaba haciendo en el sur del Tirol o en Francia”.
Actualmente, Nufri cultiva en La Rasa variedades clásicas, como la Gala, la Golden o la Fuji, pero también manzanas “club”, de marca, como la Envy o la Evelina. “Son variedades bicolores con más grados Brix, con más dureza”, explica Juan Carlos Miranda, director técnico de la explotación.
Sindicalistas, nazis y mucho trabajo
Miranda es oriundo de Osma y trabajaba en la finca antes incluso de que fuera adquirida por Nufri. “Soria nunca ha sufrido la crisis laboral, porque trabajo hay de sobra”, explica. “Tenemos 350 trabajadores fijos, todos de la comarca o que se han instalado aquí”.
Nuestra visita tiene lugar justo al finalizar la temporada de recolección, cuando los 1.000 temporeros que trabajan en la campaña están ya abandonando las instalaciones. Vienen, principalmente, de Marruecos y Senegal, y se alojan en diversos edificios que la empresa ha ido habilitando como viviendas: el antiguo cuartel de la Guardia Civil, la lechería, las escuelas… “Todas las viviendas que ves estaban abandonadas en el año 2009 cuando vinimos y las hemos rehabilitado”, apunta Miranda.
Gracias a las manzanas, La Rasa está recuperando el esplendor que tuvo hasta la Guerra Civil. El pueblo se levantó en el siglo XIX para albergar la estación de ferrocarril de El Burgo de Osma. En su pequeño apeadero fue guardagujas el padre del histórico dirigente sindicalista Marcelino Camacho, líder de CCOO, que nació en la localidad cuando aún funcionaba la azucarera que daba empleo a media comarca.
Durante la Guerra Civil, las plantaciones de remolacha, así como la fábrica, fueron arrasadas para usar la finca como aeródromo. La Rasa fue la base de la Legión Cóndor, la fuerza aérea que el III Reich envió en ayuda de las tropas golpistas de Franco. “La finca tiene su propio cementerio y ahí está una lápida de un alemán que se mató en la Guerra Civil”, explica Miranda.
Hoy los manzanos ocupan el lugar de las pistas por las que despegaban los Messersmitt 109 B. Y el destacamento nazi, que según explica Alberto Boo en Desperta Ferro debía estar formado por unos 300/350 militares, hoy se triplica en temporada de recolección. Y es que el de la manzana es uno de los cultivos más intensos en mano de obra que existen.
“La poda en invierno es manual, el aclareo es manual, la recolección es manual…”, apunta el director técnico. “Es decir, todo es manual. No hay máquinas para el cultivo de la manzana. No es como un cereal, que metes una cosechadora. El 60% de nuestro coste es todo mano de obra”.
Una finca puntera
Pese a que la manzana exige mucha mano de obra, la finca cuenta con un importante despliegue tecnológico, destinado en gran medida a evitar que las manzanas se dañen cuando hay heladas o granizo a destiempo. Este año, explica Miranda, hubo toda una semana en abril en el que se alcanzaron temperaturas de cinco grados bajo cero.
Todos los manzanos están cubiertos con una malla que les protege del granizo y hay un sistema de molinos que permiten mover el aire y generar calor. Son medidas que, aún así, no evitan que muchas manzanas sufran daños exteriores, que no afectan a su sabor, pero si a su comercialización, un asunto que indigna a Miranda: “En la sociedad comemos mucho por los ojos y tenemos que empezar a aprender que la manzana no tiene que ser de cera. Es un producto que se hace en el campo, con unas condiciones. Cuanto más extremo es el clima es más fea, pero mejor sabe”.
En torno al 20 % de las manzanas –no solo en La Rasa, sino en la mayoría de las plantaciones– no llegan al mercado como tal, sino que se emplean como subproducto para fabricar procesados de frutas para la industria alimentaria. Nufri cuenta, incluso, con su propia fábrica de procesado, de la que salen zumos concentrados en cisternas o en bidones que van directamente a nutrir a las grandes marcas de alimentación.
La finca cuenta, también, con pioneros dendrómetros digitales, un aparato que se coloca a lo largo de la finca, en diversas variedades de manzanas, y mide los crecimientos de manera instantánea. Esto ayuda a regular el riego –el agua se obtiene directamente del Duero, que pasa junto a la finca– y organizar la recolección. En este momento se están probando de forma experimental, incluso, unos nuevos tractores autónomos. “Ya van sin conductor, con GPS”, explica Miranda. “Marcas tu recorrido y luego ellos lo repiten con un error de un centímetro”.
Otra preocupación constante de los productores de manzana es su coloración. El mercado, insisten los próceres del marketing, exige manzanas de colores vivos y brillantes. Últimamente se lleva el rojo. Gran parte del suelo de la finca está cubierta con mallas blancas, para que la luz rebote en el suelo y de más coloración a las manzanas.
Pero Gomà, pese a ser responsable de marketing, no tiene tan claro que el color sea decisivo. “El año pasado fue un año muy malo en color, pero vendimos igual o mejor”, explica. “Yo creo que el consumidor en el momento en que reconoce la marca en los supermercados la prueba y si está buena no le importa tanto el color como el sabor”.
En la actualidad, Nufri usa marcas comerciales como Livinda, que buscaba darle a las manzanas un aire italiano para competir con enseñas como Marlene o Melinda. Pero de un tiempo a esta parte el objetivo de la compañía es posicionarse como un producto nacional. De Soria.
La compañía catalana está en conversaciones con El Señoría de La Rioja, una empresa que cuenta con otra plantación de manzanas en Valverde de Ágreda, para perseguir una IGP de “Manzana de Soria”. También empezó hace unos años a ofrecer visitas a la fábrica, con un tren turístico que recorre la plantación en la época de floración. Todo con el objetivo de que al llegar a la frutería sepamos que si la manzana viene de Soria será mejor (y contaminará menos) que el 40% que viene del otro lado del Pirineo.
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