Durante un viaje que hice a Córdoba el año pasado, para asistir a la Cena de Califato Gourmet, conocí a los responsables de una empresa que comercializa huevos camperos "ibéricos" alimentados con bellotas, y además tuve la suerte de que me regalasen media docena para probarlos.
De la misma forma que dicen que una de las ventajas del cerdo ibérico (además de las propias ventajas genéticas derivadas de su raza) es la que le viene por su alimentación, especialmente la de los ejemplares alimentados en las montaneras a base de bellotas de los chaparros que encuentra en la dehesa. La calidad de la alimentación influye en su grasa, que es más rica, más sana y con muchas propiedades.
De modo similar a los cerdos ibéricos, esta empresa cordobesa cría sus gallinas en fincas, en las que las aves disponen de una amplia extensión de terreno para moverse con total libertad durante la mayor parte del día. Estas gallinas, se alimentan con piensos ecológicos, a base de guisantes, alfalfa y cereales como trigo, cebada y avena.
Durante el día, como las gallinas están sueltas, picotean las bellotas de los chaparros de la finca enclavada en la dehesa de Córdoba, por lo que su alimentación es variada y rica en nutrientes, lo que se nota sobre todo en la yema del huevo, con mucho color y textura ligeramente más espesa que los huevos tradicionales.
Estos "huevos ibéricos", se pueden encontrar en algunas tiendas y restaurantes de Córdoba y de otras provincias. Los huevos resultaron muy buenos para tomarlos fritos, aunque como más me gustaron fue cuando los preparé con mi receta de huevos a baja temperatura con patatas fritas y jamón de la zona de los Pedroches, también en la provincia de Córdoba.
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