La otra cara de la moneda del placer de comer son las huellas que deja la comida en la ropa y los textiles: manteles, servilletas, camisas y pantalones son víctimas del hedonismo.
Después, al contrario de lo que decía aquel famoso anuncio del frotar se va a acabar, hay que ponerse muy a fondo con estas manchas y dejarlas en remojo y rascarlas para que realmente desaparezcan.
Ahora bien, la lavadora que todos tenemos en casa tiene a este respecto mucho que decir: cuenta con algunas funciones infrautilizadas que se pasan fácilmente por alto pero que son de gran ayuda a este cometido.
En realidad, lo que hace la lavadora es lo que las abuelas más veteranas en el arreglo de manchas ya hacían antes del nacimiento de este electrodoméstico: el frotar, limpiar y remojar.
El remojo de las prendas es realmente útil en estas situaciones, pues ayuda a ablandar las manchas y que se desprendan los restos del tejido. Esto además evita el uso de productos agresivos como la lejía.
Un simple paso previo
Pues bien, este paso previo que realizaban las abuelas no es nada más y nada menos que el prelavado, una fase del ciclo de limpieza que tiene incluso su propio cajetín para hacer este remojo previo.
Este compartimento permite poner detergente para tratar previamente la ropa que esté muy sucia. Suele estar indicado con el número uno (I) mientras que el lavado va con el dos (II): una forma cronológica de explicar la evolución del proceso, mientras que el cajetín rel suavizante se señaliza con una flor.
De este modo, no hay que menospreciar el poder de esta opción y, en vez de perder nuestro tiempo poniendo a remojo las servilletas, manteles o baberos, se puede echar mano de esta función automatizada.
Foto | RDNE Stock project
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