Cuando hablamos de hábitos domésticos, a menudo damos por sentado que todo lo que hacemos es correcto, pero la realidad es que algunos de estos comportamientos son más dañinos de lo que creemos.
No hablamos solo de la típica acumulación de polvo o de la suciedad en lugares poco visibles, sino de hábitos profundamente arraigados que, por ser comunes, se convierten en problemáticos para nuestra salud y el bienestar de quienes viven con nosotros. Aquí algunos ejemplos que, aunque muy extendidos, deberían ser eliminados de forma urgente de nuestra rutina.
1. Llevar calzado de la calle
El primero de estos hábitos es el de no quitarse los zapatos al entrar en casa. Puede que suene trivial, pero los zapatos están en contacto constante con la suciedad de la calle, lo que provoca que traslademos partículas de polvo, bacterias y productos químicos al interior del hogar.
Además de ensuciar los suelos, este comportamiento contribuye a la acumulación de gérmenes. Adoptar la costumbre de dejar los zapatos en la entrada es una medida sencilla que puede mejorar la higiene del hogar de manera significativa.
2. Tener la nevera desordenada
El almacenamiento desordenado de alimentos es otro hábito común que deberíamos corregir. Muchas personas tienden a guardar productos en la despensa o en la nevera hasta que se olvidan de ellos. Esta falta de organización puede ser peligrosa, ya que los alimentos almacenados durante mucho tiempo pueden perder calidad y ser un foco de bacterias. Es recomendable hacer un inventario regular de los productos en la despensa y desechar lo que ya no es útil para evitar riesgos de salud.
3. No ventilar correctamente
Asimismo, la falta de ventilación adecuada también es un mal hábito presente en muchos hogares. Con el objetivo de mantener el calor durante el invierno, muchas personas optan por no abrir las ventanas y mantener las habitaciones cerradas durante largos períodos de tiempo. Esto crea un ambiente viciado, donde la humedad y los gérmenes se acumulan. Para evitar esto, es crucial ventilar al menos 15 minutos al día, incluso en invierno, para garantizar una circulación de aire adecuada.
4. No limpiar los trapos
Otro de los hábitos antihigiénicos más comunes es la limpieza inadecuada de los trapos de cocina y otros útiles de limpieza. Usar un trapo sucio para limpiar superficies, como las encimeras o las mesas, puede ser un vehículo perfecto para transferir bacterias. Lo ideal es lavar los trapos y paños con frecuencia, sobre todo después de usarlos para limpiar alimentos crudos, y sustituirlos cuando sea necesario. De esta forma, evitamos la propagación de gérmenes y garantizamos una limpieza efectiva.
5. Usar utensilios dañados
El uso de utensilios de cocina dañados también es un hábito que debemos dejar atrás. Ya sea un cuchillo desafilado o una sartén con el recubrimiento deteriorado, estos utensilios no solo dificultan la preparación de alimentos, sino que también pueden liberar sustancias nocivas. Invertir en utensilios de calidad y mantenerlos en buen estado es una medida sencilla que puede mejorar la seguridad alimentaria y la eficiencia en la cocina.
6. No quitar bien el polvo
Dejar que el polvo se acumule en superficies como las estanterías, las lámparas o los aparatos electrónicos es otro de los hábitos más comunes en muchos hogares. Este polvo no solo es antiestético, sino que también puede ser un desencadenante de alergias. Es importante limpiar regularmente estas áreas, especialmente las que no se ven a simple vista, para evitar que la acumulación de polvo se convierta en un problema para la salud.
7. Despreocuparnos del caos visual
Finalmente, el hábito de mantener el desorden en el hogar contribuye significativamente al estrés y la ansiedad. Vivir en un espacio desorganizado puede afectar nuestra tranquilidad mental, ya que el caos visual puede generar una sensación de agobio. Establecer rutinas de limpieza y organización puede no solo mejorar el aspecto del hogar, sino también nuestra calidad de vida.
Foto | Wallace Chuck y Alexander F Ungerer
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