Hemos visto ya en anteriores ocasiones en Directo al Paladar el trabajo de diversos artistas que utlizan diversas técnicas para representar alimentos y comidas. Claudia Tarantino, sin embargo, va más allá de la mera copia o simulación ya que su asombroso trabjo en porcelana está cargado también de un significado simbólico y cierto aura de nostalgia.
Esta artista estadounidense lleva años dedicando su carrera profesional al dominio de la porcelana para trabajar en el que se ha convertido en su especialidad, los bodegones o naturelazas muertas con alimentos y objetos culinarios que funcionan como trampantojos. Su dominio de la técnica hace que muchas de sus obras resulten no sólo bellas sino también apetitosas.
Clauda Tarantino nació en San Francisco en el seno de una familia italiana, y ya desde niña comenzó a interesarse por el arte gracias a la influencia de su madre, que trabajaba con vajillas de porcelana. Tras cursar estudios artísticos en la universidad, empezó trabajando como ceramista hasta que a finales de los años 70 se centró en las obras de porcelana.
Gracias a su absoluto dominio de la técnica y del material, la autora elabora piezas que funcionan como bodegones a tamaño real y en tres dimensiones, simulando objetos de diversos materiales y texturas, y recreando alimentos como galletas o frutas. Pero lo que hace realmente especial a sus obras es el significado simbólico que contienen, ya que son para la artista campos de expresión personal donde evoca sus memorias familiares.
Ella misma cuenta cómo sus recuerdos siempre se sitúan alrededor de la mesa principal de la casa de sus padres, donde la comida jugaba un papel fundamental de la vida social y los momentos más destacados de su infancia y juventud. Además, encuentra inspiración en la belleza natural de los alimentos, y considera que la comida es el gran nexo de unión que conecta a todas las personas del mundo.
Con el realismo buscado de sus bodegones, Claudia Tarantino no sólo quiere evocar la nostalgia familiar sino también incitar al espectador a sentirse identificado con lo que se muestra. Por esos sus composiciones juegan con el instante, como si las obras fueran reales y pudieran tocarse: una caja ligeramente abierta, una servilleta que parece haberse caído, fruta recién cortada, una galleta mordisqueada, etc.
De este modo, la artista congela momentos con los que quiere contagiar de esa nostalgia al público, para que no sólo admire la belleza natural de la sencillez de los bodegones, sino también para evocar sus propios recuerdos. Es complicado conseguir tanto naturalismo utilizando sólo porcelana y pigmentos, pero las obras de Claudia Tarantino resultan realmente apetitosas y sin duda emanan esa nostalgia evocadora que es toda una declaración de principios.
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