La moda de la tarta de queso quizá esté ya un poco sobreexplotada, pero siguen siendo uno de nuestros postres favoritos. La curiosidad -y la gula-nos lleva a probar todas las recetas que se nos ponen por delante, incluso las más extrañas. La versión de hoy, sin ser lo que se dice saludable, sí es más nutritiva y con menos grasa que las habituales, pues tiene un ingrediente secreto sorprendente: alubias blancas.
No estamos descubriendo América ni es la primera vez que traemos dulces preparados con legumbres, como este bizcocho con garbanzos. Las alubias o judías son un ingrediente también muy versátil, y se pueden encontrar fácilmente recetas golosas con ellas por las redes, especialmente en otros países. El famoso dorayaki, sin ir más lejos, se rellena con anko, una pasta azucarada de judías azuki que en Japón emplean también en otros dulces.
Un bote grande de judías o alubias blancas sustituye a parte de los lácteos más grasos que protagonizan las tartas de queso. Además hemos usado queso fresco batido desnatado, muy ligero, para disimular el sabor de la legumbre y aportan untuosidad. La endulzamos con sirope de ágave, de sabor neutro, procurando que no sea muy empalagosa, pero se puede usar también de dátil, dátiles triturados o edulcorante líquido (o combinación de varios).
Es imprescindible dejar el reposo correspondiente en la nevera durante varias horas, mejor toda una noche, una vez se ha enfriado. Cuanto más horas pasen, más consistencia cogerá. Si la horneamos en un molde más ancho quedará más bajita y menos cremosa.
Precalentar el horno a 175ºC con calor arriba y abajo. Forrar un molde redondo de fondo desmontable con papel sulfurizado antiadherente. Para que quede alta y bien cremosa en el centro, hay que elegir un tamaño de unos 18-20 cm de diámetro.
Escurrir las alubias del líquido de conserva o de cocción, enjuagar y escurrir de nuevo, procurando retirar todo el agua posible. Triturarlas solas ligeramente; añadir la mitad del queso batido y volver a triturar bien. Con un robot o procesador de alimentos es mucho más rápido.
Añadir el resto del queso, los huevos, el aceite, la ralladura de limón, la vainilla, el sirope y la pizca de sal, y seguir triturando hasta conseguir una crema homogénea sin trocitos de alubia. Tamizar la maizena y añadirla también, volviendo a triturar o batir.
Llenar el molde con cuidado y hornear en la mitad inferior del horno, durante unos 50-60 minutos. Vigilar bien el punto de cocción. Si queremos que quede bien cremosa, casi semicuajada en el centro, debemos pinchar con un palillo y que salga manchado con humedad, pero no goteando masa.
Sacar del horno, dejar enfriar por completo y llevar a la nevera varias horas para que repose y se asiente bien. Cortar con un cuchillo bien afilado, sumergido en agua muy caliente y después secado con papel de cocina.
Con qué acompañar la tarta de queso con alubias
La cremosidad de este tipo de tartas de queso marida de maravilla con un buen café sin endulzar, aunque los menos cafeteros la disfrutarán con un vino dulce, licor goloso, una infusión digestiva o cualquier té. Podríamos espolvorearla con cacao en polvo para darle otro toque, o añadir algo de fruta que sume un punto ácido, por ejemplo una salsa de frutos rojos.
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