Santa Hildegard de Bingen fue una de las figuras más influyentes de la Baja Edad Media. Nacida en 1098 al oeste de la actual Alemania, fue monja de la Orden de San Benito, escritora, filósofa, teóloga, naturalista, compositora, médica y abadesa, entre otras ocupaciones. Murió con 81 años dejando un prolífico legado y una vida fascinante, en cuya obra encontramos, además, unas exquisitas galletas.
Canonizada oficialmente en el año 2012 y declarada Doctora de la Iglesia -título que solo poseen cuatro mujeres-, su festividad se celebra el 17 de septiembre, el día de su fallecimiento, se vinculan muchos milagros a su misteriosa vida y también tras muerte, aunque es su obra escrita y las numerosas actividades y proyectos que emprendió la herencia más valiosa que reivindican el interés que despierta su figura.
Hildegard creía firmemente en que la comida también alimentaba el alma y el espíritu, y recomendaba tomar una de sus galletas al día para potenciar la felicidad, levantar el ánimo y controlar los nervios. Hoy en día las monjas de la abadía que fundó siguen vendiendo sus dulces, con la receta adaptada al gusto actual, y también la mezcla de especias que, según la santa, tienen tan virtuosas propiedades.
La clave está en la combinación de canela y nuez moscada, con un poco de clavo, que originalmente se incluían en cantidades que ahora nos parecerían excesivas; no en vano la religiosa recomendaba comerlas con moderación. Un sabio consejo que nosotros recordamos cuando se trata de dulces, por mucha felicidad que traigan.
Tras repasar varias versiones de la receta de estas galletas, hemos adaptado a nuestro gusto la que nos parecía más apetecible y, en nuestra imaginación, más cercana a la que podría haber elaborado originalmente la sabia mujer. Si tienes mezcla de especias para pan de especias (Lebkuchen), es una buena receta para darles uso, y tu casa empezará a oler ya casi a días de Adviento.
Además hemos dividido la masa para formar las patas siguiendo los dos métodos más comunes, simplemente para ofrecer dos versiones ligeramente distintas de la misma: estirando y recortando las galletas con un cortador redondo, y cortando discos de un rollito de masa, más rústicas. En ambos casos, hay que refrigerarla, como mínimo dos horas.
Disponer la mantequilla en un recipiente grande con el azúcar y batir con unas varillas eléctricas unos tres minutos, hasta lograr una crema homogénea. Añadir los huevos y batir un poco más hasta incorporar. Aparte mezclar todos los ingredientes secos más la ralladura de limón.
Echar el zumo de limón a la masa de mantequilla e inmediatamente después la mezcla de secos. Batir a velocidad baja o usar una espátula grande, trabajando la masa hasta que quede homogénea, suave y lisa. Dividir en varias porciones para trabajarla más fácilmente (en nuestro caso, cuatro).
Si se va a estirar con rodillo para recortar con moldes, aplanar formando discos de un dedo de grosor; si se prefieren cortar a cuchillo, formar cilindros del diámetro que se prefiera. En ambos casos, envolver bien con plástico film y refrigerar unas dos horas, o toda la noche.
Precalentar el horno a 180ºC con calor arriba y abajo, sin aire, o a 170ºC con aire, y preparar unas bandejas con papel de hornear antiadherente. Sacar una porción de masa de la nevera cada vez.
Para recortar las galletas, estirar con rodillo dejando un grosor de 5-6 mm y usar un cortador redondo o un vaso de borde fino. Disponerlas ligeramente separadas en la bandeja y continuar reamasando la masa hasta terminar. Si se pega, estirarla entre dos hojas de papel antiadherente.
Para el formato cilindro, desenvolver del film sobre una tabla de trabajo y cortar discos más bien gruesos (no menos de 5 mm) con un buen cuchillo afilado. Girar el cilindro de masa de vez en cuando para no deformarlo demasiado.
Hornear una bandeja cada vez durante unos 12-15 minutos, hasta que empiecen a tostarse por los bordes, vigilando que no se quemen. Esperar unos minutos fuera del horno antes de trasladar a una rejilla para que se enfrien por completo.
Con qué acompañar las galletas de la felicidad
Estas galletas reconfortantes piden una bebida a la par, por lo que idealmente escogeremos algo humeante que caliente el alma -y el estómago-. Un simple café, infusión o té a nuestro gusto será más que suficiente, si bien podemos también preparar un pumpkin spice latte, un vino especiado o un ponche de manzana sin alcohol.
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