Estas galletas finas de miel crujientes salieron una buena tarde de mi horno por pura casualidad. No tenía tiempo ni ganas de preparar nada, pero iba a recibir visita para tomar café y no tenía nada más para ofrecer, y las galletas caseras no fallan. Además de pronto mi despensa había acumulado muchos botes de buena miel -regalos- a los que quería ir dando salida. ¿Solución? Una búsqueda rápida en la red me lo puso fácil.
Una receta que se titula 'galletas de 10 minutos' obviamente captó mi atención al instante. Efectivamente, se tarda poquísimo en tener una bandeja de pastas dulces y crujientes, ideales para una "emergencia". Eso sí, aconsejo formar porciones pequeñas y separarlas bien, pues estas se expanden muchísimo en el horno. Vigilad también el horneado porque pasan de doradas a churruscadas en un suspiro.
Precalentar el horno a 180ºC y** preparar una o dos bandejas** con papel sulfurizado.
Colocar en un cazo la miel con la mantequilla y el azúcar moreno. Calentar a fuego medio y cocinar removiendo con suavidad, hasta que se derrita todo junto.
Cuando se obtenga una mezcla homogénea, agregar la harina y seguir removiendo para integrarla bien. Si hay grumos, es más fácil usando unas varillas.
Repartir la masa en las bandejas depositando cucharadas no muy grandes, y dejando varios centímetros de separación entre ellas. Hornear hasta que se doren los bordes, unos 5 minutos. Dejar enfriar sobre una rejilla.
Si no os queréis arriesgar a que sean un amasijo de galletas mutantes, hornead primero una pequeña unidad sola para ver cómo se comporta y lo que tarda. Es una masa muy básica que puede dar resultados distintos según el tipo de ingredientes y el horno.
Con qué acompañar las galletas finas de miel crujientísimas
Son unas galletas muy dulces, de las que lo ideal es tomar una o dos acompañando el café o el té, no para tomarse media bandeja de una sentada. Recomiendo especialmente un café solo o un té amargo o terroso para hacer contraste. También hemos descubierto en casa que están estupendas con chocolate negrísimo -casi puro- fundido o como topping de un helado de vainilla.
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