Con lo muchísimo que me gusta la fruta a veces sufro un bloqueo mental cuando llega mi turno en el mercado. O cuando quiero tomar alguna pieza de postre. Por no hablar cuando se me ocurre cocinar algo con ellas. Menos mal que la red está llena de ideas y al final pude decantarme el otro día por este pastel de ciruelas amarillas al ver una receta similar en una página de cocina suiza.
Me gustó la receta de este postre veraniego porque la masa de base es muy sencilla y poco azucarada, y además el color amarillo de estas ciruelas me parece muy apetecible para un pastel fresco. Lo mejor es prepararlo con antelación suficiente para que pueda reposar en la nevera y disfrutarlo frío con todo su sabor.
Mezclar en un cuenco la harina de repostería con la sal y el azúcar. Añadir la mantequilla cortada en cubos pequeños y empezar a estrujar con las manos, hasta tener una textura semejante al queso rallado fino o a la almendra molida. Agregar el agua fría y trabajar hasta tener una masa homogénea, pero sin amasar. Formar una bola, envolver en plástico film y dejar reposar en la nevera como mínimo 30 minutos.
Engrasar ligeramente un molde redondo rizado de tarta. Sacar la masa y estirar sobre una superficie ligeramente enharinada con un rodillo, hasta dejar un grosor de unos 5-3 mm. Colocar sobre el molde y apretar bien con los dedos, dejándola más o menos regular. No pasa nada si queda algo rústica. Pinchar un poco con un tenedor.
Precalentar el horno a 190ºC. Cortar las ciruelas por la mitad, laminando las más gruesas en tres partes y retirando el hueso. Repartir la almendra molida sobre la tarta y luego colocar las ciruelas en círculos. Espolvorear el azúcar. Batir aparte con unas varillas la leche con la vainilla, el huevo, la maizena y el azúcar extra. Verter sobre la fruta con suavidad e introducir en el horno. Hornear durante unos 40 minutos, hasta que al pinchar un palillo salga limpio.
Con qué acompañar el pastel
Es preferible esperar a que el pastel de ciruelas amarillas se enfríe fuera del horno antes de dejarlo en la nevera durante, como mínimo, una hora. Está mucho más rico servido frío y tras reposar un poco. Podemos decorarlo con azúcar glasé, sobre todo si las ciruelas son algo ácidas, o servirlo con una bola de helado o algo de nata.
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