Sería difícil tener que elegir entre un pollo al horno clásico o alguna receta de nuestras favoritas de guisos de pollo, pues ambas preparaciones siempre traen felicidad a la mesa. El primero quizá sabe más a domingo o día de fiesta, mientas que un guisote o puchero con su salsa para mojar sabe a cocina casera del día a día, de hogar, de esa que reconforta en cualquier momento.
Un clásico que repetimos a menudo en casa es el pollo a la cerveza, tan simple pero tan gustoso que debería ser un básico en el recetario de cualquier familia -salvo que seamos vegetarianos o veganos, claro-. Queda de lujo con unos muslos con hueso y piel, aunque también podemos añadir contramuslos con el mismo formato; nada de comprarlos sin piel o deshuesados, que perdemos muchísimo sabor.
Para que un guiso de pollo quede de chuparse los dedos empezaremos marcando el ave en la cazuela, dejando que se caramelice y dore -la fiesta del umami- y deje su sustancia en el fondo. Esa misma la aprovecharemos al retirar las piezas de ave para hacer el sofrito de verdura rascando el fondo; nada complicado, un clásico de cebolla, ajo, pimiento y zanahoria, que luego terminaremos de cocinar con el pollo, la lata de cerveza y, si tenemos, un poco de caldo.
Cuanto más dejemos cocer sin prisa a fuego lento, con su chup-chup, más concentrado y jugoso quedará todo, así que podemos casi despreocuparnos de la fase final de la cocción mientras estamos a otros menesteres, siempre sin perderlo de vista. Y como todos los guisos, mejora muchísimo con el reposo; no es mala idea prepararlo de un día para otro.
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