La devoción por la salsa boloñesa a veces puede tomar tintes casi blasfemos. Hoy nos vamos a meter en un buen jardín, pero no en un jardincillo de los que dices que apenas te manchas los pies.
No, hoy entramos hasta el corvejón en un jardín de los buenos con una receta gochísima que puede ofender a algún purista de la cocina italiana, pero que nos permite aprovechar unos restos de salsa boloñesa en apenas media hora.
No sabemos si es un sándwich, una pizza o es las dos cosas a la vez. Podríamos decir casi que es una suerte de salsa boloñesa de Schrodinger. Lo que sí os aseguramos es que esta receta tiene lo mejor de dos mundos, permitiéndonos aprovechar las clásicas masas de pizza refrigeradas pero sin encender el horno.
Seguramente pensarás que somos unos herejes, pero esta sabrosa herejía se resuelve con un rato de sartén y aprovechando ese táper de salsa boloñesa que tengas en el congelador esperando a una pasta que nunca llega.
También puedes hacer una boloñesa de cero o incluso, aunque no somos muy partidarios de ella, de que tunéeis esas boloñesas de supermercado, dándoles un poquito de cariño. Lo cierto es que esta receta de pizza-sándwich (podéis llamarla pisándwich si queréis) es ideal para resolver una cena o un aperitivo, especialmente si hay pequeños en casa y no tienes ninguna gana de encender el horno. O tampoco de hacer una pizza, rescatando esa masa que tienes por la nevera esperando también a quién sabe qué.
Lo único que hay que hacer es extender una base de pizza de las rectangulares y cortarla en dos mitades. Una de ellas la cubrimos con la boloñesa y la otra la ponemos encima, en forma perpendicular, como si fuera una cruz y sobre ella también ponemos más salsa boloñesa.
Después plegamos los extremos de esa cruz, quedando la apariencia de un sándwich cerrado, como si fuera una pizza calzone o, en cierto modo, una empanadilla. Además, os aconsejamos que entre capa y capa pongáis también un poco de mozzarella rallada.
Luego sólo tendréis que poner esta masa sobre una sartén caliente a fuego lento durante unos ocho o diez minutos. Lo justo para que la masa se cocine y para que el interior se haya calentado, derritiendo también el queso.
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