Ya sabemos que la auténtica carbonara no lleva nata, pero eso no quiere decir que no podamos disfrutar de otros platos de pasta en los que sí usemos este ingrediente como base. Esta receta de pasta corta con salsa de nata y queso es muy sencilla pero muy sabrosa, de esas que merece la pena guardar en el recetario para repetir cuando no hay ganas de complicarse.
Es un cierto homenaje a mi padre y sus platos improvisados de pasta, ya que en su despensa nunca faltan tetrabricks de nata y buenos quesos. Con pocos ingredientes hay que procurar que sean de buena calidad, también la pasta. Lo mejor es emplear una variedad corta de superficie irregular, como los fussilli, o rayada.
Poner a calentar abundante agua con sal en una olla y echar la pasta cuando esté en ebullición, controlando el tiempo. Derretir mientras tanto la mantequilla en una sartén amplia a temperatura media. Añadir la harina, tamizándola, y remover inmediatamente para incorporarla y hacer una especie de roux.
Añadir la nata poco a poco, removiendo constantemente para evitar grumos. Con unas varillas se eliminan más fácilmente. Salpimentar ligeramente y añadir nuez moscada y ajo granulado al gusto. Si la pasta ya está al dente, escurrir y reservar parte del agua de cocción. Echar un poco a la sartén, removiendo bien, y añadir la leche necesaria para lograr una textua cremosa pero suave.
Agregar la pasta, mezclando para que se impregne bien de la salsa, y añadir el queso emmental, dejando que se funda. Ajustar el nivel de líquido echando más agua o leche, o dejándolo reducir. Agregar al final el queso parmesano, un golpe de pimienta, cebollino picado y/o albahaca.
Con qué acompañar la pasta corta con salsa de nata y queso
Esta receta de pasta con salsa de nata no es muy pesada al momento de comer pero sí es saciante, así que sirviendo una buena ración será más que suficiente como plato único, acompañado de una ensalada ligera. En raciones más pequeñas puede ser primer plato de un pescado a la plancha con verduras, por ejemplo, pero no la sirváis como guarnición. Los italianos nunca lo harían.
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