El mundo de las sopas de verduras es un carrusel de éxitos que podemos apañar con muy poco dinero, dando de comer a un regimiento y sin complicarnos la vida más de la cuenta. Al gusto, como en cualquier receta de este calado, podemos añadir las verduras que tengamos más a mano, especialmente prestando atención a la temporada.
En este caso no es otra que la legendaria sopa juliana, que no se llama así por su elaboradora ni tampoco tiene nada que ver con ninguna dinastía romana. El nombre es mucho más evidente: la sopa juliana está 'bautizada' por la forma en la que se distribuye la verdura en ella.
Este tipo de corte, fino y alargado, nos permite cocer mucho más rápido las verduras y tener resuelta nuestra sopa en menos tiempo. Motivo por el que me gusta tenerla siempre a mano y una demostración más de por qué el corte importa —y mucho— en nuestra cocina.
Ciencia no tiene ninguna, más allá de que elijamos nuestras verduras y hortalizas favoritas y, a ser posible, que marchemos la sopa con un caldo de verduras o con un caldo de pollo ligero para que sea más sabrosa. Si tenemos veganos en casa o somos vegetarianos, podemos quitar el caldo de pollo. Si no, también podemos recurrir a este truco para darle un extra de sabor a los caldos sin esfuerzo.
Dicho esto, ya os comentamos que el tipo de verdura es a vuestro gusto, pero hay ciertos elementos que se comportan mejor y que, sobre todo, están en plena forma en otoño. Hablamos de puerro y de repollo, dos éxitos asegurados, pero también podemos incluir el nabo y el apio, que dan un contraste terroso y verde bastante rico y la siempre necesaria zanahoria.
A partir de ahí, lo que decidáis, incluyendo cebolla, calabaza o los últimos coletazos del calabacín. También, al gusto, podéis meter en la olla algunas legumbres ya cocidas como las alubias o los garbanzos y enriquecer la receta en sabor y en nutrientes, lo cual no le va a venir nada mal.
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