Hay algo de metafórico y de poético en el equinoccio de otoño cuando el verano da sus últimos coletazos y cede el relevo al otoño para que cambie nuestras vidas. Digamos que, si el verano nos da calabacines, el otoño nos da calabazas. Aunque se vinculen al desamor y a los suspensos académicos, tampoco hay por qué resignarse.
Sobre todo, si tenemos alianzas en la cocina española que nos permiten sacar todo el partido a las recetas de calabaza más tradicionales con las que convertir estos primeros días otoñales en un festín bueno, bonito y barato.
Dulces, sabrosas y versátiles, las calabazas no sirven solo para hacer crema de calabaza –que, ¡ojo¡, estamos muy a favor de ellas–, pero hay una vida mucho más allá de todo lo que signifique triturar a esta honrada cucurbitácea.
Cuando hablamos de no triturarla, por supuesto, también nos referimos a no acabar haciendo puré de calabaza, que es otra fórmula magistral para no andarnos con zarandajas en la cocina.
Pero si queréis entrar con buen pie en el otoño, nuestras receta infalible con calabaza es esta calabaza asada con cebolla, quinoa y salsa de yogur de remolacha. Lo mejor de todo, además de que está buenísima, es que podéis modificar sus 'apellidos' a voluntad, aunque os recomendamos que os atreváis con ella, por los contrastes que propone la dulzura de la cebolla, el toque crujiente de la quinoa y el sabor ligeramente ácido –y terroso– de la salsa de yogur de remolacha.
Misterio no tiene. O no más misterio de lo que supone asar una calabaza y, a partir de ahí, triunfar. Pelamos la calabaza –mejor una 'cacahuete', que son más uniformes– y la laminamos en rodajas, para luego trocearla en piezas de bocado. La llevamos al horno, con calor arriba y abajo, durante 40 minutos e incorporamos la cebolla en cascos o en láminas, añadiendo aquí las especias y un chorrito de aceite para que se cocine todo bien.
Una vez listo, solo tendremos que rematar la faena con la quinoa, que podéis cocinar en el microondas sin problema, y emplazar con un poco de yogur de remolacha –que no es otra cosa que triturar remolacha cocida y mezclarla con un yogur natural– y espolvorear a vuestro antojo las semillas que consideréis. Nosotros os recomendamos, por seguir con el canon, que sean semillas de calabaza crudas, pero podéis incorporar lo que prefiráis.
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