Benditos calabacines, ¡qué versátiles y ricos son! Ahora parece que son tendencia por la moda de los zoodles y de la repostería con ellos, pero a mí me gusta seguir disfrutándolos en su esencia más básica. Un carpaccio finito es una delicia a reivindicar, pero si lo crudo no os va tanto os recomiendo probar un salteado de calabacín como este, tan simple como delicioso.
Podemos jugar con los tiempos de cocción según nos guste la textura y el sabor. El calabacín tiene mucha agua y se reblandece rápido al cocinarse, aunque eso no tiene por qué ser algo malo. A mí me gusta tanto bien cocido, tierno y jugoso, como al dente, ligeramente duro. El toque del eneldo y el crujiente de las almendras terminan de redondear la receta.
Lavar y secar los calabacines. Cortar en medias lunas de unos 4-5 mm de grosor. Pelar los dientes de ajo y laminar. Cortar en juliana fina las cebolletas. Tostar las almendras en una sartén sin aceite y retirar.
Calentar un poco de aceite de oliva en la sartén y dorar los ajos. Añadir la cebolleta con una pizca de sal y saltear el conjunto hasta que se reduzca y esté transparente y tierna.
Incoporar los calabacines, salpimentar y saltear a fuego medio-alto durante no más de 10 minutos, dejándolos al punto que nos guste. Añadir las almendras, el eneldo y un poco más de pimienta o sal, si fuera necesario.
Con qué acompañar el salteado de calabacín
Esta receta de salteado de calabacín puede servirnos de guarnición de carnes y pescados, pero también es un excelente primer plato, incluso servido frío como ensalada. Otra buena opción es convertirlo en un plato único añadiendo algún huevo o un poco de tofu también salteado, si buscamos una receta vegetariana. Lo he probado también como relleno de bocadillo y es una delicia, especialmente si añadimos queso.
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