El barrio de Malasaña ya no es lo que era. El día en que abrieron una repostería canina la otrora zona rockera de Madrid quedó definitivamente sentenciada. Apenas quedan tabernas o garitos dignos de tal nombre, y los gastrobares, reposterías y tiendas de ropa abren y cierran de la noche a la mañana. Pero hay quien ha logrado reinventarse sin perder la autenticidad.
Es el caso del Coco bar, que ocupa con éxito desde hace ya seis años y medio el espacio que dejó La Buena –efímero pero añorado antro–, gracias a un producto estrella que sigue atrayendo a los malasañeros de toda la vida, a los hipsters y a cualquiera que caiga en sus redes: el mejor bocadillo de pastrami de la ciudad.
Sara Caro y Araceli Gilabert llevan media vida viviendo, saliendo y trabajando en Malasaña. Cuando surgió la ocasión de abrir su propio bar sabían que no podía ser otro local nocturno: la gente sale cada vez más de día y la legislación hace cada vez más complejo abrir bares de copas. Pero ¿cómo traer a la gente a tomar cañas en un barrio con tanta competencia?
“Si hay una cosa por la que hacen cola en nueva York y aquí no la hay pensé que lo petaría”
“Me llamaron Araceli y su pareja porque querían abrir un bar y querían un socio trabajador para llevarlo con Araceli”, explica Caro. “No tenían claro qué querían hacer y yo tenía una idea guardada desde hacía tiempo. Tengo colegas que van a Nueva York todos los años y lo primero que hacían era ir a comer un bocadillo de pastrami, y siempre había cola. Si hay una cosa por la que hacen cola en nueva York y aquí no la hay, con lo que somos en España, pensé que lo petaría”.
Y así ha sido. Cuando abrió el local nadie servia pastrami en Madrid. Hoy se puede encontrar en otros lugares, pero el Coco bar despacha todos los fines de semana en torno a 100 bocadillos y, aunque tienen muchas más cosas en la carta, todo el mundo viene buscando lo mismo. “Es nuestra seña de identidad”, asegura Caro.
Buscando el mejor pastrami
Dar con el bocadillo ganador no fue sencillo: tuvieron que hacer numerosas pruebas y, de hecho, ha ido mejorando con el tiempo. “Tuve que investigarlo todo”, asegura Caro. Generalmente el pastrami original es ahumado, pero como reconoce la cocinera “montar un ahumador es una movida”.
El resto del pastrami sí es bastante fiel al original. En el Coco utilizan pez o rabillo de cadera de la ternera, que dejan en salmuera durante diez días. Tras esto, lo asan en un caldo de carne y vino tinto, con numerosas especias, entre ellas sal de humo, que le da el toque que necesita.
“Al principio lo asábamos con vino tinto y agua que es lo que decía lo que habíamos visto, pero empezamos a hacer un caldo de carne muy concentrado y lo asamos con eso y vino tinto, y le da mucho más sabor”, explica Caro. “La mezcla de especias también la hemos ido cambiando, así como los tiempos de cocción. Había que adaptarse al horno de aquí”.
Esta carne muy sabrosa y tierna va acompañada tan solo de mostaza –una mezcla de Dijon y amarilla americana–, mayonesa y pepinillo dulce al estilo alemán, en un pan de mollete. “Probamos otros bocadillos con gorgonzola y rúcula, otro con tomate, pero la mezcla clásica con la carne buena es lo que triunfaba”, asegura Caro. Para los más gochos hay una versión con doble de carne, a la americana.
Un buen bar para tomar cañas
Aunque el pastrami es el mayor atractivo del bar, el resto de la carta del Coco tiene fortalezas reseñables. Los bocadillos de lacón y queso de tetilla, guacamole y pollo asado, o anchoas y boquerones con tomate están muy ricos. Son también populares sus nachos –con carne, frijoles, pico de gallo y queso– y, recientemente, han incorporado unos tacos de pulled pork con cebolla encurtida que están francamente buenos. De postre tienen una estupenda tarta de zanahoria, y los jueves y viernes también sirven un menú del día, con un primero a elegir y un bocadillo o montado de la carta.
Las noches del viernes y el sábado el Coco está hasta arriba, y no es solo por su bocadillo: es porque es uno de los pocos sitios en Malasaña en los que se pueden tomar cañas y cenar bien sin dejarse un ojo de la cara. “Mucha gente prefiere venir aquí porque no es el típico sitio pijo como los que están abriendo ahora”, sentencia Caro. Gilbert apunta: “Supongo que a otra gente les parecerá cutre, porque estarán acostumbrados a otros bares de aquí, que cobran el doble”.
Vaya por delante que el Coco no es cutre, pero se nota que el bar ha ido cogiendo personalidad sin necesidad de contratar a una decoradora de interiores. Y eso a veces se agradece. “Yo pensaba que estábamos poniendo el bar demasiado bonito, porque habíamos estado siempre por bares de Malasaña y no concebíamos abrir otra cosa”, reconoce Caro.
Al final, cuando haces las cosas con pasión y cuidando lo que vendes poco importa que la decoración sea de andar por casa. “El otro día vinieron unos sevillanos y dijeron ‘Ozú quillo, mejor que en el Katz's’ y me encantó”, apunta Caro. Ese es el verdadero éxito.
Lo peor: hay pocas mesas y se llenan rápido.
Lo mejor: el bocadillo de pastrami, los nachos y los tacos. Las cervezas y copas son baratas.
Datos prácticos
Dónde: Calle del Espíritu Santo, 38 (Madrid)
Precio medio: Se cena bien por solo unos 10 euros. El bocadillo de pastrami son 6€, el montado 3,50€
Reservas: 915 21 73 42
Cierra domingos y mañanas de lunes a miércoles.