¿Las dietas vegetarianas son la clave para envejecer de forma saludable o pueden ser un riesgo para la salud? Estas preguntas son motivo de confusión entre el público general y también para muchos científicos porque la nutrición es una disciplina compleja y tiene problemas a la hora de proporcionar respuestas simples para temas tan complejos como la relación entre varias prácticas alimentarias y sus efectos en la salud. Algo que no se puede poner en Twitter en 140 caracteres.
A este problema intrínseco podemos añadirle las tendencias generales de la sociedad donde siempre hay mensajeros menos cualificados con información que está fragmentada y muchas veces es subjetiva, malinterpretada o simplemente no tiene ni pies ni cabeza. Hay muchos puntos de vista que están bien desarrollados, pero son pocos los que reflejan cualquier tipo de consenso entre los expertos, sobre todo si comparamos las recomendaciones de los comités nacionales de Francia, Estados Unidos o a nivel internacional.
Nuestra dieta y el choque entre la política y la filosofía
Teniendo en cuenta este contexto general, ¿por qué la dieta vegetariana genera puntos de vista tan radicalmente opuestos? Aparte de ser un debate importante a nivel social, también es un debate muy político. La ciencia pura e imparcial nunca ha estado de moda y no se va a imponer frente a la palabrería desinformada.
Que el consumo de proteína animal se haya duplicado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial es un hecho, pero a día de hoy surgen dudas sobre el modelo alimentario de las sociedades industrializadas: parece que no es saludable y es poco sostenible, sobre todo cuando el calentamiento global es un problema.
Nuestra aversión para afrontar estos problemas también se debe a que el consumo de productos animales siempre ha dependido de nuestra visión del mundo. El vegetarianismo es un "ismo", al igual que muchas religiones y filosofías que tienen una relación especial con la representación del hombre en el universo. También se trata del lugar que ocupan los animales en la sociedad, una relación que ha ido evolucionando con el tiempo.
En las sociedades en vías de desarrollo, los productos animales solían ser caros pero beneficiosos y al alcance de las personas con recursos económicos. Sin embargo, estamos en un momento en el que se han convertido en objetos de desconfianza y en algunos casos símbolos que ponen en cuestión el modelo de la sociedad. El efecto de los productos animales en el medio ambiente o en la salud, la lucha en nombre de los animales indefensos...nuestros puntos de vista éticos y estéticos están evolucionando.
¿Deberíamos estar a favor o en contra de los productos animales?
Las cartas están sobre la mesa. Incluso dentro de la comunidad científica, el pensamiento racional parece echarse a un lado cuando se plantea esta pregunta y, sin embargo, es un tema demasiado importante como para que la investigación científica lo ignore y los cambios en los hábitos alimentarios de occidente parecen inevitables, por no decir que ya se están produciendo. Para aquellas personas que quieran reducir su consumo de carne por motivos personales, la pregunta no es si deberían volverse vegetarianas o veganas, sino cómo hacerlo. Ese "cómo" implica entender los problemas nutricionales que suponen estas dietas y cómo evitarlos, o lo que es lo mismo, ¿cuál es la forma más sana de seguir la dieta deseada?
Un enfoque científico de las dietas
Un enfoque científico nos ofrece la posibilidad de diferenciar dichas preguntas de los debates que las rodean y abordarlas de forma rigurosa en su totalidad. Para conseguirlo, cerca de 100 académicos a nivel internacional se han juntado para escribir 45 capítulos y juntarlos en el libro "Dietas Vegetarianas y Basadas en Vegetales para la Salud y la Prevención de Enfermedades" que trata el tema desde todas las perspectivas analíticas, tanto positivas como negativas, considerando toda la gama de dietas vegetarianas y analizando los beneficios generales para la salud y el riesgo de enfermedades, así como los problemas nutricionales que pueden surgir en las personas que adopten este tipo de dietas.
La primera parte del libro ha sido diseñada para desentrañar el complicado contexto del problema y se centra en los vínculos que existen entre nuestras elecciones nutricionales y las características individuales a nivel social y de comportamiento, indicando como varían en función de la cultura o de la religión en diferentes partes del mundo y cómo se articulan en términos de transición nutricional y otros aspectos de la sostenibilidad. Después pasa a proporcionar una visión integral de las relaciones entre las dietas basadas en plantas, la salud y la prevención de enfermedades a través de diferentes puntos de vista y niveles de análisis.
Primero describe la relación que existe entre la salud y algunas características importantes de las dietas basadas en plantas con referencias obvias al consumo de frutas, vegetales y carne. A continuación hay 12 capítulos que analizan las relaciones entre las dietas basadas en plantas o vegetarianas y los efectos sobre la salud y sobre algunas enfermedades. La siguiente sección del libro explica cómo pueden diferir estos problemas o ser más específicos en distintos grupos de edad o según la condición física de las personas, mientras que los últimos 11 capítulos del libro analizan de forma detallada los nutrientes y las sustancias cuyo consumo está relacionado con las proporciones de productos vegetales o animales en la dieta. Al centrarse en los nutrientes, estos capítulos suponen una repetición de la sección dedicada a los vínculos que existen entre las características principales de las dietas y la salud.
Oportunidades para el cambio
Aunque es imposible resumir las 900 páginas del libro, este inventario proporciona un buen resumen de los cambios que se están produciendo y proporciona algunos ejemplos interesantes. De acuerdo con la literatura científica disponible, está claro que una dieta en la que predominan los vegetales está asociada con muchos beneficios para la salud en la población general. Sin embargo, se debería prestar atención a aquellas dietas que excluyen algunos tipo de alimentos porque la falta de los mismos podría tener consecuencias nutricionales graves para algunos consumidores.
Por ejemplo, aquellos adultos que sigan una dieta ovo-lacto-vegetariana (aquellos que comen de todo menos carne y pescado) deberán seguir algunas pautas generales pero no van a tener problemas nutricionales, mientras que una dieta vegana en niños es un tema completamente distinto. En resumen, aquellas personas que quieran cambiar su dieta no deberían de simplemente dejar de comer carne, pescado u otros productos animales, sino que más bien deberían analizar su consumo nutricional en general. En el caso de poblaciones vulnerables como los niños, las dietas veganas han de ser controladas por profesionales médicos si son impuestas por padres que no son del todo conscientes de las consecuencias nutricionales que implican. A nivel general, una dieta "flexitariana" podría ser buena para la salud, aunque no hay que generalizar ni dar consejos ni soluciones simplistas.
Un consejo muy común es "come menos carne y menos productos animales". No. Para empezar, no se pueden cambiar de repente los hábitos alimenticios en el complicado mundo de la nutrición. Segundo, si comes menos de una cosa, vas a comer más de otra y si simplemente comes más de lo que tienes ahora en tu dieta, es poco probable que vayas por el buen camino. Por ejemplo, si se reduce de forma significativa el consumo de productos animales, hay que incrementar el consumo de alimentos ricos en proteínas vegetales, como las legumbres. Otro consejo simplista suele ser "come solo comida de origen vegetal", pero una dieta a base de patatas fritas, ketchup, refrescos y cereales llenos de azúcar y pan blanco industrial untado en crema de avellana no deja de ser una dieta basada en productos de origen vegetal. De hecho, todos estos alimentos podrían ser considerados "veganos". Bien es cierto que una dieta de este tipo no debería implantarse en ningún caso, sobre todo si tenemos en cuenta las consecuencias nocivas para la salud.
Por otra parte, una dieta variada en la que predominen los productos vegetales a base de frutas, verduras, legumbres, nueces, semillas, cereales integrales y rica en productos crudos siempre va a ser una buena dieta. Desde un punto de vista nutricional, la eliminación de los productos animales de la dieta no es útil y de por sí no hace más que complicar la situación porque se trata de productos que nos proporcionan nutrientes importantes. Sin embargo, deberíamos poner a los productos animales en su sitio y dicho sitio no es la base de la pirámide alimenticia. Una dieta en la que predominen los productos vegetales sería mucho más sana, así como mucho más sostenible.
Autor: François Mariotti, profesor de nutrición, Agro ParisTech - Universidad de Paris-Saclay.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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