El papel de cocina es cómodo, pero también un gasto innecesario: para qué merece la pena usarlo, para qué no y por qué sustituirlo

El papel de cocina es cómodo, pero también un gasto innecesario: para qué merece la pena usarlo, para qué no y por qué sustituirlo
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Los rollos de papel de cocina se han convertido en un básico de cualquier hogar, habitualmente haciendo pareja con el de aluminio y el plástico film. Es muy asbsorbente, resistente y cómodo, pero precisamente por su versatilidad podemos caer en el uso algo excesivo. Recurrir al papel de cocina para casi todo se convierte en un hábito casi inconsciente, olvidándonos de que es un material orgánico desechable difícil de reciclar. Abusar de él no es precisamente sostenible, ni para el planeta, ni para el bolsillo.

Hemos declarado la guerra al plástico, pero el papel, por mucho origen vegetal que tenga, no tiene por qué ser una mejor opción, como ha demostrado el caso de las pajitas. Hay que reconocer que es un gran invento, sobre todo en estos tiempos en los que parece que nos falta tiempo para las tareas domésticas más básicas, pero también nos ha vuelto algo comodones.

Papel Cocina

Lo usamos para tareas puramente culinarias, como el secar verduras, frutas y hierbas lavadas, o también para retirar la humedad de carnes y pescados. Es útil, asimismo, para engrasar una sartén o fuente, para absorber el exceso de aceite de las frituras o a la hora de descongelar, y como protección forrando el fondo de tápers.

Aunque quizá abusamos más del papel de cocina en tareas rutinarias de limpieza, tan frecuentes en el día a día: recoger suciedad sólida, vaciar comederos de mascotas, retirar salpicaduras de aceite, secar salpicaduras de salsas, bebidas y aguas derramadas... Y también es útil para aplicar productos concretos y limpiar la placa, la nevera, el microondas o el horno.

Incluso nos secamos las manos con papel de cocina o lo usamos a modo de servilleta, multiplicando aún más el gasto.

Consejos para disminuir su uso (y cuándo no hacerlo)

Panos

Para quitarnos el hábito recurrente lo primero es retirar la tentación de la vista, como bien recomienda Tim Carman en The Washington Post. Es decir: quitar el portarrollos y guardar el papel en un cajón o armario. Si no lo tenemos a mano, no lo usaremos tan amenudo. Necesitamos una alternativa más sostenible y que nos incite a ser un poco más cuidadosos.

Si no tienes unos cuantos paños de tela en los cajones, de esos que sobreviven a generaciones enteras, es hora de comprar un par de juegos nuevos. Lo mejor es adquirir un conjunto de microfibra lavable, y otro de tela resistente que no suelte hilo, absorbente y secante.

  • Divide por colores y asigna usos determinados según vayas a usar productos de limpieza con ellos o no.
  • Enjuaga, escurre y extiende bien los trapos después de cada uso. No dejes que acumulen humedad.
  • Mantén una constante rotación de paños en casa, lavándolos con frecuencia en la lavadora (sin suavizante), según el nivel de suciedad.
  • Destina un paño específico para secarte las manos limpias y no lo uses para secártelas después de haber manipulado, por ejemplo, huevo o pollo crudo.

El papel de cocina sigue siendo el más recomendable para limitar al máximo los problemas de seguridad alimentaria y de higiene, especialmente los relativos a la contaminación cruzada; por eso los reutilizables están prohibidos en hostelería y en la industria alimentaria. Sigue confiando en el papel para secar, manipular o limpiar huevos y también para secar carnes y pescados crudos.

Fotos | Marco Verch - BM Stores - Unsplash - Jumpstory
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